Patti Smith no es una leyenda, sino que varias tejidas en una sola mujer. Fue una niña criada por una madre Testigo de Jehová en un hogar rural de Nueva Jersey. Siguió obedientemente esa enseñanza hasta los doce, a esa edad su padre agnóstico le dio permiso para escoger su propia religión. Hizo justamente eso, escogió su propia y única religión sin otra iglesia más que ella misma. Aunque no se siente atada a un dogma dice que no ha parado de rezar ni de invocar a Jesús cada vez que lo necesita.

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Fue la trabajadora de una fábrica en Filadelfia que quedó cesante cuanto el astillero cerró y arrastró a esa fábrica a la quiebra. Esa jóven decide viajar a Nueva York a buscar trabajo. Lo encuentra en una librería. Robert Mapplethorpe trabajaba en la misma cadena de librerías, solo que en otro local. Él entró a su tienda y compró el collar persa que ella deseaba, le hizo jurar que no se lo regalaría a ninguna otra, solo a ella. Así empezó todo entre ellos.

Es la escolar que a los doce va en un paseo al museo de arte y queda cruzada por Picasso y Modigliani, sobre todo Modigliani. En el trabajo de este pintor ve la figura flaca y alta y el cuello largo que le costaba tanto aceptar en su propia imagen. Decide entonces ser artista.

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Patti Smith es la precoz lectora que descubre a Rimbaud a los catorce. No hay mejor edad para descubrir al poeta adolescente como cuando se es adolescente, solo entonces se puede entender eso del poeta mitad fuego mitad vidente. Patti Smith vio la foto de Rimbaud y lo amó, en parte por la potencia enigmática de sus poemas como también porque tenía la pinta de Bob Dylan.

Lenny Kaye toca su guitarra y al frente recita sus poemas Patti Smith. "Lenny, ¿puedes hacer un choque de autos con tu guitarra?", le pregunta, y poco tiempo después pasó de sus poemas a canciones y al álbum Horses que es un hito para el punk y décadas después salpica hacia el grunge. Pero esa Patti Smith es la misma niña enferma que en cama por meses solo se calmaba escuchando ópera. Su madre, una mesera, sacrificó el ahorro de varios meses para comprarle los discos de ópera que, según esperaba, mantendrían fortalecido el espíritu de supervivencia de su hija enferma.

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Patti Smith es autora de tres memorias. Tres de ellas han sido publicadas. Éramos unos chicos, El tren M y Año del mono. No hay reseña que no haya destacado su prosa fluida y elegante.

En ella también hay una obsesiva cazadora de pequeños objetos cotidianos con su Polaroid. Desde las pantuflas del Papa, un traje de Joseph Beuys y una serie de camas y camas y camas porque en todas sus vidas las camas han sido un motivo al que regresa en el canto, la escritura y la fotografía. En ellas soñamos, somos vulnerables, morimos en ellas, amamos y nos reproducimos, las camas.

Patti Smith no es una leyenda, sino un tejido de varias vidas en un solo mito. La chica del sur de Jersey, la autora de "Because the night", es también una intelectual pública, sino que lo diga George Bush después de la invasión a Iraq. Patti Smith es la niña de campo que busca pastorear nuevas audiencias hacia la lectura, y a la vez una mente inquieta que no teme enhebrar el rock con la erudición, pasando de un homenaje a Amy Winehouse, o una canción de cumpleaños a Johnny Depp, hasta un tema sobre Bulgákov o Nikolai Gogol, todo en el mismo álbum.

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