Seguro que cuando la adolescente Lisa Brennan-Jobs, de 11 años, lanzó la pregunta, lo hacía con un cierto dejo de inocencia y quizás esperaba la respuesta comprensiva y empática de un padre. Pero se topó fue con otra cosa.

“Me sentí audaz:—¿Me lo puedo quedar, cuando no lo quieras? —le pregunté (…)—¿Que si te puedes quedar qué cosa?—Este auto. Tu Porsche”, le dijo la hija al padre mientras se encontraban transitando en el lujoso vehículo, a fines de los años 80.

El problema es que su padre no era cualquier personaje, era el californiano Steve Jobs, por esos días, ya un exitoso empresario al mando de Apple. Y Jobs le ladró una respuesta.

“Claro que no. A ti no te toca nada. ¿Entiendes? Nada. No te quedas con nada”.

La joven no quedó indiferente. “¿Se refería al auto, a algo más, más grande? No lo supe. Su voz me hirió, aguda, en el pecho”.

Este relato se encuentra en el libro Mínimos peces, una autobiografía de Lisa Brennan-Jobs, la hija mayor del magnate creador de la compañía informática Apple. Original de 2018, acaba de salir al mercado traducida al castellano a través de la española editorial Edhasa y ya se puede adquirir desde Chile.

El título es una traducción del original Small fry, que era la forma en la que Jobs llamaba a Lisa. Y si bien puede entenderse como el cariñoso “pececito”, en la jerga estadounidense tiene otra connotación, más despectiva. Es algo así como “papa frita” o “don nadie”. De alguna forma, el padre no era alguien especialmente ducho con las habilidades sociales.

Lisa Brennan-Jobs junto a su padre, Steve Jobs.

Un padre forzado

En la publicación, Lisa Brennan-Jobs describe la difícil relación que tuvo con el hombre tras los computadores Mac. Haciendo gala de su conflictiva personalidad, los conflictos entre ambos quedaron de manifiesto desde un inicio. Cuando Chrisann Brennan, su madre, le comentó a Jobs que estaba embarazada y que él era el padre.

Su respuesta fue categórica: no quería reconocerla. Por eso Lisa cita una entrevista que Jobs dio a la revista Time, en junio de 1983. “Él dio a entender que mi madre se había acostado con muchos hombres y había mentido. Allí habló sobre mí y dijo: ‘El 28% de la población masculina de los Estados Unidos podría ser el padre’”.

La negativa no pudo durar mucho. Tras haber vivido los primeros años de su vida junto a su madre gracias a la ayuda de los Servicios Sociales y sorteando trece mudanzas, en 1980, el fiscal de California demandó a Jobs por el pago de los gastos de manutención infantil.

Aunque esos recovecos judiciales a la pequeña Lisa le sonaban como ecos de algo lejano para su mundo infantil. “Es famoso. Inventó una computadora. Vive en una mansión y maneja un Porsche descapotable. Compra uno nuevo cada vez que se lo arañan”, le decía a sus amigos de la escuela primaria para presentar a su padre a quien, por entonces, solo veía muy de vez en cuando.

Sin embargo, pese a su resistencia, la Corte ordenó una prueba de ADN que confirmó el más alto grado de emparentamiento genético. Jobs era el padre. Ante la evidencia de los hechos y luego de que Apple comenzara a cotizar en la bolsa, el caso se cerró de forma abrupta.

Con 30 años y una fortuna de 200 millones de dólares, decidió finalmente reconocer a su hija mayor, de siete años: “Soy tu padre. Y soy una de las personas más importantes que vas a conocer en tu vida”, le dijo.

La primera computadora que creó Jobs fue bautizada como ”Lisa”. Brennan-Jobs señala que lo primero que pensó era que había sido en homenaje a ella. Pero al consultarle, el computín lo negó: le dijo que la inspiración había sido una vieja ex novia.

Pero los personajes más interesantes son aquellos que tienen contradicciones. Años después, Lisa supo la verdad, aunque de una manera algo forzada. Relata que durante un almuerzo en su casa al sur de Francia, Bono, el líder de U2, le preguntó a Jobs si había bautizado a la computadora por el nombre de su primogénita. Ahí, el californiano no lo dudó: “Efectivamente”, reconoció él con la mirada puesta en el plato, como un acusado frente al juez irlandés. Ahí, Lisa entendió un código: “Era como si los famosos necesitaran a otros famosos cerca para confesar sus secretos”.

Lisa Brennan-Jobs.

Un nerd déspota

En su libro, Lisa Brennan-Jobs, aborda la figura paterna desde una perspectiva más doméstica y humana, alejándolo del personaje multimillonario y famoso que diera el motivador discurso en la Universidad de Stanford, en 2005, y pronunciara una frase con sabor a libro de autoayuda: “Tienes que encontrar eso que amas”.

“Quise escribir este libro a pesar de que involucraba a una persona tan famosa, no son las memorias de la hija de una celebridad -contó Brennan-Jobs en una entrevista que concedió a The New Yorker-. Me interesaba contar la historia de una familia y de una chica que creció en los ochenta y los noventa en California porque si de verdad lograba hacerlo iba a conseguir una historia universal”.

Así, Brennan-Jobs describe a su padre de una manera casi parecida a la de un nerd, o a la de un inadaptado. “Era rico pero tenía huecos en los jeans; era exitoso pero apenas si hablaba; su figura tenía gracia y elegancia, pero era torpe y complicado; era famoso pero parecía perdido y solo; inventó una computadora y le puso mi nombre, pero parecía no verme, y no lo mencionaba. Con todo, podía ver cómo esas cualidades contrarias podían ser un atributo, si se formulaba de cierta manera”.

En un minuto, Jobs -ya casado con Laurene Powell-Jobs- le ofreció a Lisa irse a vivir con él. Pero pagando un costo alto. “Si eliges vivir con nosotros, me gustaría que me prometieras que no verás a tu madre por seis meses. Necesitas intentarlo de verdad”, dijo.

Lisa lo pensó: “No iba a funcionar si yo iba y venía, no se daría -cuenta en el libro-. Él había decidido que una ruptura total sería la manera correcta; mi madre no estaba de acuerdo, pero esos eran los términos de él (…) ‘De lo contrario’, dijo, ‘retiro la oferta’.—Sí quiero vivir contigo —dije, con una certeza que no sentía.—Has tomado una decisión muy importante —dijo, con solemnidad—. Es uno de esos momentos de la vida, uno de esos momentos adultos”.

Pero la vida de Lisa junto a su multimillonario padre estuvo lejos de ser agradable, puesto que fue ubicada en un sector sin calefacción. ”De noche, una vez que ellos [Steve y Laurene] se iban al dormitorio arriba, me sentía increíblemente sola y lloraba hasta que me quedaba dormida. También tenía frío. Descubrí que la calefacción no funcionaba en mi parte de la casa. (…)—Paso frío —dije a mi padre en la cocina, en la mañana—. ¿Podrías arreglar la calefacción? Sacó un jugo de manzana de la heladera. ‘No. No hasta que renovemos la cocina’, dijo. ‘Y no pensamos hacerlo pronto’”.

La situación fue escalando hasta que Lisa no dio más. No solo decidió desobedecer a su despótico padre y se volvió a reunir con su mamá, también decidió irse a vivir con sus vecinos, Kevin y Dorothy. Esto, tras un episodio en que Jobs se enfureció porque Lisa había quedado a comer con la madre en vez de ir al Cirque du Soleil con él, su mujer y su hijo.

“Llévate lo que necesites —dijo Kevin—. Y deja una nota. Escribí: ‘Querido Steve, me fui de la casa, como dijiste que debía hacer si no iba al circo Espero que me llames mañana’. Kevin dijo que pusiera dónde me iba a quedar. ‘Me quedo en casa de Kevin y Dorothy’, y escribí su número de teléfono, y ‘Te quiero’. (…)”, relata.

“¿Por qué los vecinos decidieron ayudarme? -apunta Lisa-. Durante años estuvieron al tanto de cómo me trataba mi padre, y estaban profundamente incómodos por ello. El padre de Dorothy, también un hombre destacado y carismático, había sido cruel con ella. Tenían suficiente dinero para ayudarme. No les gustaba la idea de que, dado que mi padre tenía dinero y estaba rodeado por personas que lo consentían, pudiera salirse con la suya y maltratar a una menor”.

Lisa Brennan-Jobs y su padre, Steve Jobs. (Grove Press/lisabrennanjobs.net)

Un hombre absuelto

Pero la vida da vueltas. En sus últimos días, cuando el agresivo cáncer al páncreas lo tenía postrado en sus días finales, en 2011, y con apenas 56 años, Jobs decidió hacer las paces con su hija. Quizás entendiendo que era la única ocasión que tendría para hacerlo. Lisa relata el momento.

“Me pone tan contento que estés acá —dijo él—. Su calidez me desarmó. Las lágrimas rodaban por su cara...—Es la última vez que me vas a ver —dijo—. Vas a tener que dejarme ir.—Okey —le dije, pero no le creí del todo y no hubiera creído que moriría al mes siguiente”.

Luego, Jobs le dijo algo clave, acaso haciendo un duro mea culpa: “No pasé tiempo suficiente contigo cuando eras pequeña —me dijo—. Quisiera que hubiéramos tenido más tiempo.—Está bien —dije—. Estaba tan débil, tan frágil. Me acosté de lado sobre su cama, mirándolo.—No, no está bien. No pasé tiempo suficiente contigo —dijo—. Debería haber pasado el tiempo. Ahora es demasiado tarde.—Supongo que nuestro sentido de la oportunidad no es muy bueno —dije, sin estar convencida ni siquiera mientras lo decía. (…) Me miró a los ojos y lagrimeó:—Te debo una”.

Según Lisa, la frase “Te debo una” la siguió repitiendo durante el fin de semana. “Lo siento tanto, Lis —lloraba y sacudía la cabeza. Estaba sentado, con la cabeza entre las manos, y como se había encogido y perdido grasa, sus manos lucían desproporcionadamente grandes (…)Quisiera poder volver, cambiarlo, pero es demasiado tarde. ¿Qué puedo hacer ahora? Es demasiado tarde, simplemente —lloraba y su cuerpo se sacudía. (…)—Bueno, estoy acá, ahora —le dije—. Quizá, si hay una próxima vez, ¿podríamos ser amigos? —fue también una estocada suave: sólo amigos. Pero en verdad, durante las semanas posteriores a esta visita y luego de su muerte, lo que lamenté fue nuestra oportunidad perdida de amistad.—Okey —dijo—. Pero lo siento tanto. Te debo una”.

Pese a los relatos descarnados de lado oscuro de fundador de Apple, Lisa dijo a The New York Times que su idea para los lectores es que quiere que las personas entiendan que los comportamientos de su padre buscaban ser enseñanzas que la ayudarían a lo largo de su vida. Por eso, dice haberlo absuelto de sus pecados, y quiere que las personas que lean su libro también lo perdonen.

El libro Mínimos peces puede ser adquirido desde Chile a través de la plataforma Buscalibre.