ESTE MES se conmemoran los 50 años de la encíclica Pacem in Terris, documento de alta trascendencia para la Iglesia Católica. Fue precisamente el 11 de abril de 1963, día Jueves Santo, cuando Juan XXIII dio a conocer dicha carta, al cumplirse exactamente seis meses del inicio del Concilio Vaticano II y de la “crisis de los misiles”, en la cual jugó un papel significativo como mediador. Para ese entonces -octubre de 1962-, Juan XXIII ya sabía que tenía un cáncer de estómago y que le quedaba poco tiempo de vida. Los últimos meses de ese año fueron intensos, con la primera sesión del Concilio y la preparación para enfrentar la muerte.
Así surgió esta encíclica “sobre la paz entre todos los pueblos, que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”, con la cual este Pontífice, anciano y enfermo, dejaba un testamento espiritual cargado de vigor y confianzas. Su propuesta era innovadora y oportuna, en muchos sentidos anticipadora, expresión de su afán de acción eficaz y pronta, hablando con claridad sobre los temas urgentes, sin eludir las materias contenciosas, respondiendo de manera oportuna a las necesidades de su tiempo como un padre atento a las cosas domésticas y a las públicas.
Alejándose de las condenas y los temores frente al mundo moderno, el Papa optó por poner al centro de su reflexión la tarea de la construcción de una cultura de paz en medio de un mundo en el que aparecía constantemente amenazada, invitando a alabar la creación y asumir la tarea de evangelizar el mundo contemporáneo. Cuando escribió su encíclica sobre la paz, no la dirigió sólo a la comunidad de los fieles católicos como era tradición, sino que agregó a los “venerables hermanos, patriarcas, primados, arzobispos, obispos y otros ordinarios en paz y comunión con la sede apostólica, al clero y fieles de todo el mundo”, la significativa frase de resonancias evangélicas: “Y a todos los hombres de buena voluntad”.
Escribió: “Como vicario, aunque indigno de Aquel a quien el nuncio profético proclamó Príncipe de la Paz, consideramos deber nuestro consagrar todos nuestros pensamientos, preocupaciones y energías a procurar este bien común universal. Pero la paz será palabra vacía mientras no se funde sobre el orden, cuyas líneas fundamentales, movidos por una gran esperanza, hemos como esbozado en nuestra encíclica: un orden basado en la verdad, establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sustentado y henchido por la caridad y finalmente, realizado bajo los auspicios de la libertad”.
Con Pacem in Terris se abría un escenario nuevo en el ámbito de los documentos pontificios, abordando temas hasta entonces tratados en un rango particular y no con alcance universal, sentando así las bases para los posteriores documentos relativos a la relación de la Iglesia con el mundo.
A 50 años de su publicación, la encíclica mantiene un fuerte sentido de pertinencia y una notable capacidad de orientar “la acción temporal del cristiano”, como se titula la última sección de la carta, y por ello conviene no dejar pasar este aniversario. Por el contrario, puede ser la ocasión de releer al Papa Juan XXIII y con ello conocer su enorme aporte a la vida de la Iglesia y del mundo contemporáneo.
Claudio Rolle
Profesor Instituto Historia U. católica