Era uno de los escritores más célebres de EEUU, pero desconfiaba de la fama. Tímido y trabajador, John Updike prefería mantenerse lejos de las cámaras y las estrellas. En 1987 fue invitado al set de Las brujas de Eastwick, la taquillera película basada en su novela. Actuaban Jack Nicholson, Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer. Pero rechazó la invitación: no quería interferir. Lo único que lamentó, diría más tarde, fue perder la ocasión de conocer a la estrella rubia. "Tal vez lo más valioso de la película fue que tenía a Michelle Pfeiffer".
Las brujas de Eastwick fue la novela más exitosa de Updike, el gran retratista de la clase media americana. Publicada en 1984, se convirtió en un bestseller, irritó a las feministas y encantó a la crítica. Harold Bloom la consideró la obra cumbre del autor y la incluyó en El canon occidental.
Más de 20 años después, en 2008, Updike escribió la secuela, Las viudas de Eastwick, que aterriza ahora en Chile. La primera parte transcurría a fines de los 60, en un pequeño pueblo de Rhode Island, donde tres divorciadas de edad media se convertían en sensuales brujas, invocaban al demonio y lo convertían en su esclavo sexual. Las viudas... avanza 30 años: las brujas se han casado, han enviudado y vuelven a reunirse en Eastwick.
Según Updike, escribió la secuela para corregir la película: el personaje de Jack Nicholson (el diablo) opacó demasiado a las mujeres. Y en la pantalla, los elementos de comedia y parodia difuminaron la observación social que hacía el autor en la novela.
Compañero de generación de Philip Roth y Don DeLillo, y autor de más de 40 libros, el escritor, muerto en enero de 2009, fue un gran cronista de la angustia, temores y miserias del ciudadano medio de su país.
Pueblo chico
Nacido en Pensilvania en 1932, John Updike fue parte de la generación que vivió la oscuridad de la posguerra y descubrió la libertad sexual en los 60. Con desenfado, humor e ironía, en su obra exploró el adulterio, el divorcio y la hipocresía de la vida burguesa.
Graduado de Harvard a los 22 años, fue un colaborador permanente de la revista The New Yorker. En 1960 publicó Corre, Conejo, el inicio de una saga protagonizada por Harry Angstrom, un ex jugador de baloncesto apodado Conejo. Convertido en un timorato vendedor de utensilios de cocina, tiene dos hijos y sobrelleva un matrimonio aburrido, hasta que decide correr y dejarlo todo. Completan la serie El regreso de Conejo, Conejo es rico y Conejo en paz, los dos últimos ganadores del Pulitzer.
A menudo acusado de misógino, Updike escribió Las brujas de Eastwick para librarse de los cargos. "Fue mi respuesta a las feministas", contó. "Y realmente no logró aplacarlas".
Alexandra, Jane y Suzanne, las brujas, ya no son jóvenes. Han enviudado y, junto con enfrentarse a los cambios del nuevo siglo, se ven ante la soledad y la vejez.
La historia es retomada cuando Alexandra, la mayor de las tres, ya viuda, emprende un viaje de placer a Canadá. En la novela se lee que en estos tiempos la gente ya no viaja sola, "debe protegerse de su propia locura. Todos nos tambaleamos en el improvisado puente de cuerdas que la sociedad tiende sobre el abismo". Alexandra se comunicará con su vieja amiga Jane para viajar por Egipto. "Ya sabes que la naturaleza no tiene corazón", le dice Alexandra.
Luego, Suzanne se comunicará con Alexandra vía e-mail para dar la señal: las tres deben volver a juntarse y viajar a China. Pero irán más lejos en la historia: volverán a Eastwick, el pueblo donde aún vive su leyenda y el recuerdo de sus hechizos.
Su regreso despertará odios y enemistades, y el trío de brujas tendrá que enfrentar un juicio final. "La impronta de Satán se encuentra en nuestros placeres; si no fuera así, no nos veríamos obligados a repetirlo", se anuncia antes de que una de las tres muera. Mientras el pueblo aún les teme.