Uno de los peores escenarios posibles comienza a ser una realidad en Libia. A dos meses del inicio de las protestas opositoras en contra del régimen de Muammar Gaddafi, el estancamiento de los enfrentamientos entre los dos bandos en la zona de las ciudades Ajdabiya y Brega está dibujando un nuevo mapa político en el país árabe: la división de facto del país con dos gobiernos: el de Gaddafi, gobernando el oeste libio, y el de los rebeldes, controlando el este.
Libia sufrió el contagio, como otros países del mundo árabe, de las revueltas que comenzaron en el vecino Túnez en diciembre de 2010 y que en enero terminaron con el gobierno del Ben Alí. Las protestas ciudadanas se traspasaron a Egipto, que en febrero vio caer al régimen de Hosni Mubarak tras 30 años en el poder.
Pero 60 días después del inicio de las primeras manifestaciones en Libia y el desarrollo de una guerra civil, el régimen de Gaddafi no ha cedido en Trípoli, la capital del país. Por el otro lado, los rebeldes han transformado a la ciudad oriental de Bengasi en la sede del opositor Consejo Nacional Libio, que gobierna a las ciudades donde triunfaron las primeras manifestaciones.
A esta situación se agrega que, según la revista británica The Economist, el frente militar se encuentra en punto muerto. A 200 km al sudoeste de Bengasi las fuerzas mejor equipadas de Gaddafi no pueden avanzar debido a que los ataques aéreos de la OTAN se lo impiden, mientras que los rebeldes no cuentan con el poderío militar para avanzar hacia Trípoli.
Pero aunque Gaddafi sigue resistiendo en Trípoli, ya se debate acerca de cómo podría ser una Libia después de su posible caída. Y los escenarios van desde un país dividido en una parte oriental y otra occidental, hasta una situación de total anarquía similar a la que vive Somalia desde hace más de una década.
Por ahora, en los clanes beduinos, en quienes Gaddafi se apoyaba para gobernar y que controlan las diferentes zonas del país, no hay acuerdo alguno sobre una nueva figura dirigente. Ante esta situación, la incertidumbre crece en la población. Muchos de sus ciudadanos están tratando de llegar a la zona controlada por los rebeldes. Incluso, algunos dirigentes opositores creen que sólo falta fijar la frontera de los "dos Estados" en la estratégica zona petrolera del país.
Así, mientras Gaddafi en Trípoli se pasea por sus calles bajo un embargo internacional de Naciones Unidas y los ataques de la OTAN, en el Este el Consejo Nacional Libio de Bengasi nombró un Ejecutivo, estableció alianzas diplomáticas y comenzó a exportar petróleo para tratar de financiar su campaña militar.
Pero no sólo Libia está dividida. Los demás países que se han involucrado en el conflicto también. Francia, Reino Unido y EE.UU. sugieren que será necesaria una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para que los aliados de la OTAN puedan lograr sus objetivos en Libia, ya que la actual no hace ninguna mención sobre un cambio de régimen. Sin embargo, los otros dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Rusia y China, se opondrían.
En una entrevista con la revista alemana Der Spiegel, el secretario general de la alianza atlántica, Anders Fogh Rasmussen, reiteró que "no existe una solución militar para el conflicto en Libia", y que "se necesita una solución política, que Gaddafi termine con sus actos de violencia y garantizar que la población legitime sus derechos y permitir una pacífica transición a la democracia". Lo contrario a lo que piensan Reino Unido y Francia, quienes pidieron más dureza contra el régimen libio.