No le tincaba nada la idea. Eso de colgar las mantas y retirarse a los cuarteles de invierno a pasar una vejez tranquila no estaba en los planes de Marcial Campos. Hace ocho meses y con 81 años cumplidos, el viejo cuequero quería seguir tocando y se enrabiaba solo y miraba feo cuando su hermano mayor, Eleodoro (85), el mismo con que pasó 70 años de su vida cantando cuecas y grabando discos bajo la sociedad de Los Hermanos Campos, decía que ya estaba achacoso y que ya era hora de parar. Resignado, Marcial se miraba las manos y murmuraba emocionado: "Yo creo que nos vamos a aburrir en la casa".
Más sabe el diablo por viejo que por diablo, porque a las 3.20 horas de ayer, el corazón de este hombre se detuvo para siempre. "Lo mató un cáncer linfático", cuenta Enrique Maluenda, el histórico animador del Festival de la una, y compadre de estos dos huasos oriundos de Longaví -VII Región- a quienes conoció en 1970 y cuando Los Hermanos Campos ya llevaban 35 años de carrera. La tesis del hombre abatido por tener que dejar de hacer lo que hizo siempre, la confirma un familiar cercano de Marcial: "Desde que Eleodoro decidió no seguir cantando, don Marcial entró en una gran depresión y su enfermedad se acentuó".
Entrevistado por el diario La Cuarta, a fines de abril pasado, el cuequero se apagaba con nostalgia y los achaques de su enfermedad. "Hay días en que no me puedo levantar y ya casi no respiro", contaba un músico que todavía no podía entender cómo vivir sin la cueca. Nada raro para un hombre que partió de niño y que a punta de correazos, aprendió de su padre Vicente las notas básicas: la "corta", que es el La menor, y la "larga" que es el DO. Lo suyo no fue académico, pero viniendo de dónde venían, aprender a tocar cuecas era una cosa natural. Se ganaron la vida en matrimonios y bautizos y en restoranes de Parral y Linares y dedicaron la vida a esto.
"Una semana antes del terremoto tocamos por última vez, pero esto es una pena grande, imagínese, tanto tiempo juntos", se lamentaba ayer Eleodoro, que viajó desde Longaví para el velatorio de su hermano. Antes de la despedida de octubre pasado, organizada por Enrique Maluenda, los cuequeros sacaban cuentas sorprendentes de su largo recorrido. Calculaban que habían grabado más de mil cuecas y en todos los formatos posibles: vinilos, casetes y discos compacto. Recorrieron Chile decenas de veces y tocaron cinco veces en Estados Unidos y otras 40 en Argentina.
A pesar de estar ligado a lo mejor de la cueca, Marcial también abordó la música mexicana por sus matrimonios con Guadalupe del Carmen, la principal voz de la ranchera en el país, y Amparito Jiménez, otra exponente de los corridos que entusiasmaban a un cuequero histórico.