EN LA primera mitad de la década del 2000 Lavapiés era ya una gran mezcla de gente de diversas nacionalidades, razas, lenguas y culturas provenientes de diferentes partes del mundo. Eran los años del boom inmobiliario, la bonanza económica, y la zona se había convertido -en pocos años- en una muestra de lo que parecía inevitable en un país al que le van bien las cosas. Por aquellos días era común ver varios locutorios, uno al lado del otro, regentados por latinoamericanos, africanos o rumanos, donde los inmigrantes y clientes llamaban a sus familias en sus países de origen para contarles, desde un lado del teléfono, cómo era que le iban las cosas en el país de Cervantes. En los dos últimos años, y a pesar de la crisis, el barrio, con cerca de un 50% de población extranjera, ha convertido a Lavapiés en uno de los lugares más atractivos para los visitantes de Madrid.
El recorrido por el barrio debe comenzar o bien en la Plaza Tirso de Molina o en la plaza donde se encuentra la salida del Metro Lavapiés. Si se escoge la primera, la caminata será de unos 5 o 10 minutos cuesta abajo, ya sea por la calle de Lavapiés o Ave María. De esta manera será curioso ver cómo la atmósfera cambia y da la impresión de que uno estuviera adentrándose en un pueblo, más que en un barrio. De hecho, la gente que vive en Lavapiés la considera un pequeño pueblo. "El pozo", la llaman cariñosamente por estar ubicado en una parte baja de la ciudad. Si se toma Mesón de Paredes, calle dedicada exclusivamente al comercio y donde se pueden hacer compras al por mayor, debemos detenernos en la Taberna de Antonio Sánchez, mítico bar del que, incluso, se escribió un libro costumbrista titulado Historia de una taberna, publicado en 1947 y escrito por el periodista Antonio Díaz Cañabate. Una chata o vaso de vino tinto aquí es prácticamente una obligación. A pocos metros de ahí, en la Esquina de San Pedro el Mártir y la calle de la Cabeza, está la casa donde viviera el muy joven pintor Pablo Picasso. En ese mismo edificio vivió José Ysbert, o Pepe Isbert, reconocido y prolífico actor que hizo un inolvidable papel en Bienvenido Mr. Marshall.
Antigua judería, el nombre de Lavapiés parece provenir de una fuente que había en el centro de la plaza y donde los habitantes acudían a lavarse los pies antes de entrar al templo. La Sinagoga se encontraba donde actualmente está la Iglesia de la Fe, a la altura de la calle del mismo nombre y Salitre. En 1931 los Reyes Católicos mandaron a construir una Alijama, muralla que, según ellos, serviría de protección a los habitantes judíos y no como pared aisladora. Sin embargo, ese mismo año ocurrió un pogromo, un linchamiento multitudinario que costó la vida a varios de los judíos que fueron expulsados definitivamente de España en 1492, mismo año en que Cristóbal Colón llegara a América.
Desde entonces el barrio pasó a ser uno de los más castizos de Madrid, habitado por los Manolos o Manolas (proveniente del nombre Manuel), que es la denominación que se utilizaba para los lugareños y que solían rivalizar con los Chulapos, procedentes de Malasaña, otro típico barrio madrileño. Se dice que muchos judíos de Lavapiés se bautizaron con el nombre de Manolo para evitar así su expulsión.
Terrazas y libros
La mañana podría comenzar en cualquiera de las terrazas de la calle Ave María con un café y dejarse llevar por la dinámica de los comercios y transeúntes. También se recomienda comenzar el día en la muy acogedora Librería de Lavapiés (Argumosa 8), sitio idóneo para desayunar rodeado de libros de segunda mano, el periódico del día y gente amante de la lectura.
En la Plaza Agustín Lara, a pocos metros de la plaza central subiendo por la calle Tribulete, está el monumento en homenaje al gran músico y compositor mexicano. A un lado está el edificio en ruinas de las escuelas Pías, fundadas para la educación de niños pobres en 1729, que fuera objeto de incendio durante la guerra civil. En las tardes, en la plaza misma, es posible ver a hindúes jugando al cricket. Por las noches, los jóvenes se reúnen a tocar música y pasar el rato. En esa esquina es posible apreciar, también, una de las tantas corralas que hay en el barrio, patios comunes con balcones interiores que tienen su origen en los años en que Felipe II decidiera trasladar la capital del reino a Madrid, originando un aumento en la densidad poblacional de la ciudad.
A la hora del almuerzo se recomienda sentarse a comer en alguno de los restaurantes de comida hindú que están a lo largo de las calles de Lavapiés, Ave María, o Argumosa. En estos restaurantes el Curry, las Samosas o El Tiki Masala lo harán a uno deleitarse con la sazón de la cocina india. Si lo que se quiere es algo más al paso, también es altamente recomendable hacerse con un bocadillo kebap de cordero o pollo, en uno de los tantos restaurantes de comida turca. En el Granero de Lavapiés (Argumosa 10) sirven comida vegetariana, ensaladas y yogures.
La oferta cultural en el barrio es diversa y sugerente. La Casa Encendida es uno de los centros que más gancho tiene entre los habitantes de Madrid. Ubicado en Ronda de Valencia, aquí se pueden ver películas a 2 euros, ver exposiciones o instalaciones gratis o disfrutar de sesiones de Dj's. También uno se puede beber una cerveza o tomarse un expresso en la cafetería del centro. Si lo que se quiere son museos, el Reina Sofía está no muy lejos de ahí en la plaza del mismo nombre. La Tabacalera (calle de Embajadores 53) es otro de los lugares que no se deberían dejar de visitar. Antigua fábrica de tabacos, La Tabacalera es hoy un espacio autogestionado multidisciplinario donde casi literalmente se hace de todo. Desde talleres de música flamenco, pasando por la pintura, la fotografía o la jardinería. En la nave principal hay fiestas vespertinas los fines de semana y en la parte exterior, sobre todo en primavera y verano, se puede pasar uno la tarde entera.
Para la cena se recomienda probar las famosas Zapatillas del Melo's, en Ave María 44, unos inmensos bocadillos de lacon (pata del cerdo curada) y queso de tetilla que están muy sabrosos. Por la noche, Lavapiés multiplica su oferta. No por algo es uno de los barrios más bohemios de la ciudad. Se puede empezar por El Quijote, con cervezas a 1 euro, La Grandola, un bar con una clara posición política, ya que en su interior muestra fotos del Che Guevara o Salvador Allende. Sin embargo, si lo que se quiere es comenzar la noche con música rock, El Penny Lane es el lugar idóneo para escuchar rasgueos de guitarras eléctricas. En La Noche boca arriba también es posible ver obras de teatro y pasarse toda la noche en buena compañía. En la Esquina de la calle Salitre con la Fe está el Morto che parla (muerto que habla, en italiano), acogedor bar regentado por un par de santiaguinos y un italiano y donde los visitantes pueden degustar empanadas y vino chileno. El Chiscón es un bar de estética más descuidada y hippie en el que aparte de prohibir fumar porros con carteles escritos a mano en todos los idiomas, es posible beber gigantescas cervezas o calimocho (vino mezclado con coca-cola). El Travelling es otro bar de estética más modernilla. Si lo que se quiere es bailar, la mejor opción es el Juglar.
Pasadas las cuatro a.m., si aún quedan fuerzas para seguir con la "marcha" es imprescindible pasarse por el Candela, legendario bar de música flamenco decorado con fotos de Camarón de la Isla, el mítico cantaor gitano y donde se concentran los noctámbulos más resistentes.
Y si a uno le dieron las seis de la mañana y con hambre de desayuno, unos churros con chocolate antes de irse a dormir no vendrían nada mal. El estómago lo agradecerá.