No paraba de reír en su asiento. Tampoco de moverse y gesticular ante cada escena. Desde los poderosos créditos iniciales hasta la extendida escena final en que la muerte corre tras los talones de los protagonistas, Quentin Tarantino, el presidente del jurado, disfrutó cada momento de Balada triste de trompeta. Estaba claro entonces que la película se llevaría un premio de proporciones en Venecia 2010. El veredicto fue León de Plata a Mejor Director y Premio a Mejor Guión.

Barroca, veloz, vociferante, exhaustiva, grotesca o como quiera llamársele, Balada triste de trompeta colocó de nuevo a su director, Alex de la Iglesia, en el mapa mundial de realizadores con prestigio. La experiencia de su anterior Los crímenes de Oxford recaló en el puerto de las pésimas críticas (era un thriller hablado en inglés con Elijah Wood) y la estrategia de salvataje vino desde la más española de las historias. Una que transcurre durante los estertores de la Guerra Civil y luego se extiende durante casi 40 años, abarcando todo el franquismo.

Protagonizada por Carlos Areces y Antonio de la Torre en los roles de Javier y Sergio, Balada triste de trompeta sigue las vidas de ambos. Son, respectivamente, el payaso triste (el que siempre recibe las bofetadas) y el payaso tonto (el que las da). Javier, gordinflón y sin demasiado verbo, se enamora de Natalia (Carolina Bang), la novia trapecista de Sergio, su violento compañero.

Pero las circunstancias de la vida circense determinan que la chica también desarrolle un particular afecto hacia Javier. Ahí comienza la verdadera tragedia de una película que en sus primeros minutos es más de comedia que otra cosa. Luego la acción se torna trepidante, hay un guión al que le pusieron el pie en el acelerador y por allá y por acá las balas vienen y van, con una violencia casi hilarante. En el prólogo, durante la Guerra Civil Española, interviene el actor Santiago Segura como el padre de Javier, el payaso triste. Fue el reencuentro con De la Iglesia, desde los tiempos de Muertos de risa (1997). Antes lo había dirigido en El día de la bestia (1995) y Acción mutante (1995).

"Para mí, Santiago Segura significa algo así como los mejores años de mi vida. Estuvo en varias de las mejores películas que hice", dice De la Iglesia, instalado en un salón del Hotel Excelsior de Venecia, donde presentó el filme.

Entre usted y Segura, ¿quién sería el payaso tonto y el triste ?

De todas maneras creo que Santiago sería el triste, el que recibe los golpes. Es el tipo encantador, además. Y a mí me tocaría el rol más desagradable, del payaso tonto, el malo.

De pequeño, ¿le gustaban los payasos?

No. Siempre los odié, me dan miedo. No puedo entender su lenguaje, sus zapatos gigantes, sus pantalones con suspensores.

¿Habla en serio?

Muy en serio. Pero, por otro lado, me siento como un payaso en la vida real, siempre riéndome de mí mismo y tratando de que los demás se diviertan. Cuando uno hace una película es un poco como payaso. Desnudándose frente al público, mostrando lo mejor y peor. Ahora, yo no me encuentro demasiado divertido.

Pero esta película fue muy bien recibida en España...

Sí, las críticas han sido asombrosas. Yo nunca trato de pensar si la película que acabo de terminar es mejor o peor que las otras, o de si le tengo más cariño. Pero en este caso en particular, el de Balada triste de trompeta, me sentí muy cerca. Tal vez porque es un trabajo barato o porque lo hicimos con mucha dificultad. Por ejemplo, antes de empezar a rodar teníamos 12 semanas de filmación. Luego, todo quedó en 10. Una vez que habíamos comenzado me dicen que por razones de dinero quedamos en nueve semanas. Así es que trabajábamos 12 horas diarias en filmaciones y luego yo seguía en labores de guión o montaje. Dormía tres horas. Era un zombie.

Un rodaje exprés...

Cierto. Tal vez, el 40 por ciento de la película está hecho con escenas que tuvieron apenas una toma. Nada de repeticiones.

Hay bastante acción en la trama

Para mí, una película siempre debe tener sexo, humor y violencia.

¿Cuál es su visión de España durante la Guerra Civil y el franquismo?

Como un circo. Por eso la película es así: es una metáfora. La gente peleando, enfrentándose, como los dos clásicos payasos de circo. Y creo que España sigue siendo un país donde la gente no es capaz de sentarse en una mesa y discutir. Nos persiguen los fantasmas del pasado y siempre hay personas de mentalidad muy conservadora. Hay mucho miedo.

¿Fue difícil que Raphael le cediera el título de su canción Balada triste de trompeta?

Me acerqué a él y me dijo que si no veía la película no me daba nada. No tuve más alternativa que mostrársela. Dijo que era una locura, que no entendía mucho, pero que no podía decirme que no. Un gran tipo.