Con la apertura del Museo de la Memoria, se instaló allí la obra permanente de Alfredo Jaar, La geometría de la conciencia, una radical propuesta que utiliza la silueta de los rostros de detenidos desaparecidos, produciendo un frontal y elocuente encuentro con el público. La obra ha sido ampliamente reconocida por quienes la han visto en Chile, pero también se ha ido acentuando su interés en otros países, generando varios ensayos y críticas especializadas, así como la invitación de instituciones al autor para producir otros trabajos en este tipo de código: que ocupen la ciudad y propongan un significado en su contexto específico.

El gobierno del País Vasco ya lo convocó a crear una intervención urbana en Bilbao, para conmemorar en 2012 los 75 años del bombardeo de Guernika. Actualmente en Nueva York, prepara dos obras permanentes para las nuevas sedes del New School y el John Jay College of Criminal Justice. Y hace poco, Jaar hizo una breve escala en Chile, a raíz de su visita a Buenos Aires para proyectar una obra en el Parque de la Memoria, el espacio creado frente al Río de la Plata, que recuerda a las víctimas de los atropellos a los derechos humanos durante el régimen militar argentino, entre 1976 y 1983.

Como lo ha dicho muchas veces, Jaar dedica un tercio de su tiempo al arte público; ahora quizás es más, puesto que cada vez se le hace más imperativo un contacto con la gente, abordando en su territorio -la calle y los espacios públicos, no los siempre elitistas muros de museos y galerías- problemas comunes, que afectan e influyen a todos.

"Mi interés por el arte público fue muy natural desde mis comienzos, ya que siempre me he considerado un arquitecto haciendo arte. Pero al descubrir la insularidad del mundo del arte me fui aún más en esa dirección, en búsqueda de otras audiencias", dice desde su estudio en Nueva York. "El mayor problema que enfrenta el arte público en América Latina es que simplemente no existe en el imaginario colectivo, no tiene una imagen. La única referencia son las estatuas y los monumentos, que son de alguna manera los antepasados del arte público de hoy, pero representan un modelo hoy totalmente caduco. Cada proyecto nuevo de arte público tiene como función, quiéralo o no, educar a la audiencia. Hay un gran desconocimiento del lenguaje actual del arte contemporáneo, por lo que se hace difícil dialogar con esa audiencia", dice el artista nacido en Santiago en 1956.

Luces en el horizonte

Efectivamente, "Es Difícil", esa frase extraída de un poema de William Carlos Williams (1883-1963) que Jaar utiliza a menudo como una especie de premisa de toda su producción. Y es en ese sentido que el artista ha articulado canales de acceso a sus obras, o lo que él llama entry points (puntos de entrada): "Para mí, el arte es comunicación. La comunicación requiere un lenguaje. El lenguaje requiere de un vocabulario. El vocabulario del arte contemporáneo es desconocido para gran parte de la audiencia. Allí reside el dilema. Por otro lado, comunicar no sólo significa emitir un mensaje, sino que requiere de una respuesta. Sin respuesta, no hay comunicación. Por eso me he esforzado en integrar a mi obra estos puntos de entrada, es decir, canales diversos, de dificultad variada, para que los espectadores 'ingresen' al territorio de la obra, para que les haga sentido. Hacer sentido es parte de mi programa y es el objetivo. Imperativamente".

Y así como La geometría de la conciencia integra a las víctimas con el público, las obras de Jaar han sido, desde sus comienzos en los años 80 -y quizás sin proponérselo-, un llamado de atención sobre situaciones que bordean o atacan directamente aspectos políticos: "Durante la dictadura, el arte y la cultura crearon espacios de resistencia, espacios donde se podía al menos respirar. Se idearon nuevos lenguajes para escapar a la censura, se crearon modelos alternativos de entender el mundo. Creo que las nuevas generaciones de artistas se han sentido libres del peso de nuestra historia, tanto porque la dictadura quedó atrás, como también para deshacerse del yugo de esa generación de artistas, que ejerció su propia dictadura sobre la escena repitiendo el modelo autoritario impuesto en el país, como lo analizó brillantemente Adriana Valdés en su momento".

Jaar alerta una vez más sobre la alienación del medio artístico: "Lo lamentable es que estas nuevas generaciones de artistas no se dieron cuenta de que la realidad que vive Chile hoy es también una consecuencia directa de la dictadura, que ni los 20 años de la Concertación lograron cambiar. Actualmente veo las protestas estudiantiles en Chile como una luz en el horizonte; me parecen la reacción lógica a esta realidad que la escena visual no ha querido ver o confrontar, prefiriendo sumergirse en el modelo neoliberal imperante sin cuestionarlo. Los estudiantes han demostrado una lucidez y una creatividad extraordinarias. Ellos son la vanguardia de nuestros días. Se han apoderado del espacio público, haciéndolo propio".

A raíz del proyecto en el Parque de La Memoria, Jaar se reencuentra con Argentina después de muchos años. Este y otros compromisos en el continente lo traerán más seguido: para febrero de 2012 tiene programada una exposición en Bogotá, y en noviembre de este año, será el encargado de abrir el encuentro Puerto de Ideas, en Valparaíso, donde participarán también intelectuales de la talla de Julia Kristeva, teórica feminista búlgara, y el historiador italiano Carlo Ginzburg.