En abril de 1940, cuando Andrzej Wajda tenía 13 años, su padre fue asesinado por efectivos del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, la policía interna de Stalin, que estaba encargada de aniquilar a los "enemigos del Estado". El oficial de caballería Jakub Wajda era uno de los 22 mil polacos ejecutados en la llamada masacre de Katyn, ocurrida poco después de que los soviéticos se hicieran con el control del este de Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta es la historia que el realizador polaco Andrzej Wajda desarrolla en su filme Katyn (2007), que se estrena mañana por HBO, a las 18.25 horas. La película tomó casi 20 años en desarrollarse ("simplemente no podía encontrar un buen guión y me terminé basando en diarios y documentos de época") y el año pasado fue nominada al Oscar a la Mejor Película Extranjera.
Ganador de un Oscar honorario en el 2000 y de la Palma de Oro en Cannes en 1981 por El hombre de hierro, Wajda tiene 83 años y es uno de los gigantes del cine de Europa. Antes de cumplir 30 años debutó con la "trilogía de la guerra", compuesta por Generación (1954), Kanal (1956) y Cenizas y diamantes (1958), cintas que narraban los avatares de las jóvenes generaciones polacas durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
-¿Katyn es su película más personal?
-Definitivamente no. En rigor es la historia de mi padre, un capitán del Ejército que fue asesinado por la policía de Stalin en una celda de la ciudad de Kharkiv (actual Ucrania), y la de mi madre, que lo seguía esperando infructuosamente varios años después de terminada la guerra.
-¿Cuando se estrenó, se dijo que Katyn era su última película?
-La "última" en el sentido de que pertenece a la tradición de la Escuela de Cine Polaca, caracterizada por temas sobre la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, yo siempre sigo trabajando. No hay nada mejor en el mundo que hacer películas.
-¿Cuáles fueron sus principales influencias en sus inicios?
-El cine norteamericano de los 40 y 50, y el neorrealismo italiano. Cenizas y diamantes no podría haber sido hecha sin ver antes Ciudadano Kane y su protagonista no habría existido sin conocer a James Dean. Por otro lado, lo que mostraban Rossellini o De Sica en sus películas era el mismo mundo de nuestra gente devastada en la posguerra. Ese clima también existía durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra.
-¿Por qué el cine polaco de los 50 a los 80, con gente como usted, Polanski o Kieslowski, logró un nivel tan alto en Europa?
-En primer lugar, la censura de los gobiernos comunistas era muy fuerte y nos vimos obligados a trabajar con muchos símbolos e imágenes, que son aspectos mucho más inasibles y difíciles de censurar que, por ejemplo, un libro. La gente, sin embargo, fácilmente podía darse cuenta de lo que estábamos hablando y hacer paralelos con la realidad. Además, gracias a esta cualidad visual nuestro cine se hizo fácilmente reconocible para públicos de otros países. Yo siempre sentí que como cineastas y sobrevivientes de la Segunda Guerra teníamos la obligación de ser la voz de quienes ahí murieron, de todos aquellos hombres más valientes y quizás mejores que uno. Así, nuestro primer tema fue la guerra y luego fue el comunismo, un sistema importado de la Unión Soviética, que para Polonia era tan extraño y ajeno como colocar "una silla de montar en una vaca", usando una propia expresión de Stalin.
-¿Rescata algo del sistema comunista?
-El comunismo está podrido y muerto en la medida en que fue producto de fantasías enfermas de teóricos 'expertos en hacer feliz a la humanidad'. Es un sistema que cayó solo, sin que nadie le hiciera nada, tal como los mamuts prehistóricos. Desafortunadamente, antes de que esto pasara, millones de personas fueron asesinadas en nombre de sus ideales.