En una primera instancia fue como el bombardeo a La Moneda. El dolor, el impacto que me causó cuando me enteré lo del Bataclan fue muy grande. Ruth, mi esposa, tiene a su hijo que vive en Ginebra. El nos llamó, nos contó y todo lo que vimos después nos causó mucho dolor. Pero desde lejos, desde aquí en Santiago, me he dado cuenta de cómo la gente ha ido subiendo de a poco, saliendo de todo ese dolor. Las cosas se van normalizando. Los amigos nos escriben, nos preguntan cuándo volvemos a París, cuándo vamos a comer a sus casas. Es decir, no podemos seguir lamentando lo que ocurrió.

Hay que volver a vivir.

Me tocó estar acá cuando ocurrieron los grandes atentados del mes pasado, porque todos los años, entre octubre y enero estoy en Chile. Ahora me estoy haciendo un tratamiento de inmunoterapia por un triple cáncer que me encontraron. Se trata de despertar a las células buenas, sanas, que están dormidas. El tratamiento es extraordinario, porque es menos invasivo que la quimio. Y me han atendido muy bien. Así como me siento totalmente chileno, cuando voy a hacerme exámenes en el Hospital del Tórax, cuando estoy allá en París también me siento totalmente parte. No tengo el alma dividida en dos. No. El corazón es uno solo y es grande.

Pero antes de lo del Bataclan ocurrió lo de Charlie Hebdo. Yo conocía a los dibujantes de esa revista a través de mi mujer, por muchos años periodista del Nouvel Observateur. En cada uno de estos momentos límites en la vida de los seres humanos, nadie sale indemne. Cuando ocurrió el atentado de Charlie Hebdo yo seguí con mi vida totalmente normal en París. Tampoco fui a ninguno de los entierros. Pero todos los días camino por el cementerio de Montparnasse, mi barrio, y paso por la tumba de Wolinski, de Cabu. Me contaba Marisse, la mujer de Wolinski, que a él no lo mataron, sino que murió de un ataque al corazón. Eso es lo que arrojó la autopsia. Terrible.

Con lo que ha ocurrido este año, el golpe a la ciudad ha sido especialmente duro, porque hay que tener en cuenta que la identidad es muy grande. La gente que llega rápidamente se "parisianiza". Alguien que llega de la India de inmediato se siente parisino. Tal vez no seremos nunca franceses, pero sí parisinos. Por favor. Siempre seremos parisinos.

La extrema derecha ha sacado partido de todo esto. Desde hace muchos años dicen que viene el lobo. Ellos quieren cerrar la frontera y que discutamos todo de nuevo. La economía francesa desaparecería. Lamentablemente, con lo que pasó en el Bataclan muchas puertas se van a cerrar. Ha sido muy fuerte. Este es un pueblo que prefiere juntarse en un café a hacer una comida en la casa.

Yo no acuso a la religión musulmana. De hecho, estos tipos estaban drogados con una droga que no los hacía sentir nada, ninguna sensación, ni de temor, ni pena, ni remordimiento. Estos jóvenes no están contentos en el país en que nacieron y se pasan al fundamentalismo y son reclutados por el Estado Islámico, pero también pasa algo extraño en sus núcleos familiares. Sus propios padres los están denunciando a las autoridades si es que tienen algún vínculo con el Estado Islámico. Se está produciendo, dentro de esa comunidad, más conflicto aún. Es algo parecido a lo que ocurrió en Chile después del Golpe. Mi vecina, en Avenida Los Leones, me denunció a mí. Una señora con la que conversaba mientras regaba las plantas en la tarde, me denunció porque había pasado cuatro días y no llegaban a arrestarme. Años después, me encontré con la hija de ella en Winnipeg, Canadá. Me dijo: "Soy la hija de la señora que lo denunció a usted. A mí también me denunció y por eso estoy aquí". Son situaciones que se producen en procesos históricos y lo de París es parte de un proceso histórico.

En este caso se da que, en el centro de toda Francia, está la cosa cultural. Entonces atacan a periodistas, músicos, artistas, gente que está pasando el mensaje de que la sociedad es republicana. Libertad, igualdad, fraternidad. Yo siento que todo eso me pertenece. Nosotros, los parisinos extranjeros, tenemos que estar atentos. Y compartir todo ese sufrimiento, esa alegría, ese vino, esa belleza. Y yo no me voy a correr de esa responsabilidad. Un amigo me cuenta que ahora los cafés están llenos de nuevo. Esa es una forma de resistir. Y me parece muy sano. La gente va a ir a los parques, va a ir a los cafés, va a ir las exposiciones. Va a haber una actitud combativa, porque es la única actitud que se puede tener. La lección es que hay que estar más despiertos, que hay temas en el mundo que deben solucionarse o de otra forma nos van a golpear y nos van a seguir golpeando. No puede ser que en más de 40 años no haya solución para un Estado palestino que coexista en paz con un Estado de Israel. No puede ser que los gringos estén en todas partes, que hayan armado a los talibanes. De ahí salió Al Qaeda y de ahí se empezó a formar este monstruo que terminó golpeando a París.

Y es una pena, porque París es una ciudad abierta, muy latina, que se interesa por lo que hacemos. Tanto se interesa, que yo tengo público que sigue yendo a mis conciertos desde 1976, el año en que llegué a París. Y me ha pasado que han llegado franceses a verme tocar aquí. Por esas cosas, yo ya tengo ganas de irme, de volver a París.

Yo quiero compartir ese dolor, compartir esa tristeza con los que están allá".