Como director de la revista La Civiltá Cattolica, el sacerdote jesuita Antonio Spadaro publicó en septiembre de 2013 la primera entrevista al Papa Francisco, producto de tres reuniones que se efectuaron en Roma a nombre de la mencionada publicación y de otras 15 revistas jesuitas del mundo. En diciembre de 2011, el Papa Benedicto XVI lo nombró consultor del Consejo Pontificio de la Cultura y consultor del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales. Spadaro estuvo esta semana de visita en Chile para participar en el Quinto Coloquio Latinoamericano de Literatura y Teología de la Universidad Católica. En conversación con La Tercera, el escritor y teólogo italiano habló sobre el pontificado del Papa Francisco.
¿Cuál es el principal cambio comunicacional en el Vaticano con el actual Papa en relación a su antecesor?
Antes de hablar de cambio, yo hablaría de un modo de ser diferente. Así como Juan Pablo II tenía su capacidad expresiva, Benedicto XVI tenía la suya y el Papa Francisco tiene la suya. Por lo tanto, no hablaría de cambios, sino más bien de diferencias. La peculiaridad de Francisco es que no comunica, sino que está presente. Una presencia que es comunicativa per se. Entonces, su presencia simple y espontánea que comunica el Evangelio es mucho a través de gestos. Otro gran Papa comunicador fue Juan Pablo II. La diferencia entre él y Francisco es que Juan Pablo II insistía mucho en que su gesto era la expresión de su palabra. En el caso de Francisco es lo contrario. Es el gesto el que guía a la palabra.
¿Y en el caso de Benedicto XVI?
Benedicto es un Papa que tenía una capacidad expresiva relacionada con su capacidad reflexiva interior. Por lo tanto, no era un Papa de grandes gestos, pero sí de grandes interioridades que después se expresaban en discursos muy densos, pero también muy fáciles y de frases breves. Fue el Pontífice que introdujo el Twitter en la comunicación papal. El tuvo una reflexión crítica sobre la comunicación digital.
Esta diferencia con el Papa Francisco ¿ha provocado, según usted, un mayor acercamiento de la gente a la Iglesia?
Tenemos en Roma una gran afluencia de personas durante las audiencias, porque él insiste mucho en las cercanías que se expresan en el contacto físico con las personas, con grandes abrazos. Entonces, la gente percibe la importancia de estar junto a él.
El cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga planteó, según un artículo aparecido en el National Catholic Reporter que el Papa ha tenido algunas resistencias internas. ¿Ha ocurrido eso?
Sí, ciertamente, existen resistencias. Pero en realidad cada Papa ha tenido fuertes resistencias internas. Ciertamente, Francisco está llevando adelante una Iglesia muy ligada al tema de la misericordia, de la vecindad, de la comprensión y esto crea algunos miedos. Pero el Papa está muy sereno y lo que es muy interesante es que los obispos, los cardenales se sienten muy libres para hablar. El clima eclesial goza de mucha libertad de expresión para expresar juicios contradictorios. Para mí este es un factor positivo. Lo más importante es que estas oposiciones se puedan manifestar abiertamente.
¿Qué le falta al Papa para concluir con su reforma a la curia?
La reforma a la curia es un proceso. No es un proyecto teórico para aplicar. Es un proceso que requiere tiempo y que debería llevar a una recomprensión de la curia y de su rol.
Ha habido reportes de una mayor seguridad en torno a la figura del Papa por posibles atentados.
Alarmas hay. Muchos se preocuparon por su viaje a Albania, donde hubo amenazas de atentados. Yo pienso que desde el punto de vista del Papa, esto no tiene influencia en su acción. Por ejemplo, en Albania, él salió en un jeep absolutamente descubierto y sin protección. El Papa dijo en Brasil claramente que una madre no va al encuentro de sus hijos en una casa de vidrio y, por lo tanto, él no pone mediaciones ni filtros al contacto físico. Las preocupaciones son un poco excesivas en sus viajes, porque él es muy accesible. Por lo tanto, no es necesario que, para ser atacado, vaya al extranjero, donde las medidas de seguridad son muy fuertes.