En la exposición A la mesa con Nemesio confluyen tres elementos. Primero está el protagonista, Nemesio Antúnez (1918-1993). Segundo, lo que quizá sea su mayor legado, el Taller 99, espacio que fundó en 1956 y que hoy continúa estimulando el desarrollo crítico y técnico de sus miembros. Y, por último, la idea de "sobre la mesa". Este elemento recurrente en la obra de Antúnez, mueble tanto para comer como para trabajar, es el eje de esta muestra sobre el taller que impulsó como ningún otro la técnica del grabado en Chile.
La mesita, Los porotos, Los cubiertos o Bajo el mantel son algunos títulos de los 45 grabados realizados para esta exposición por igual número de artistas (entre socios, artistas libres y artistas visitantes) que participaron el año pasado en el Taller 99. Roser Bru, quien ha trabajado allí desde que se fundó, está presente junto a artistas de etapas posteriores a la fundacional, como Adriana Asenjo, Isabel Cauas, Gonzalo Cienfuegos o Eduardo Garreaud. Quince grabados del propio Antúnez, que fueron donados al taller por su viuda, Patricia Velasco, completan esta muestra que podrá verse hasta el 28 de mayo en el Centro Cultural de la Scuola Italiana.
Para su creación, Antúnez se inspiró en el Atelier 17, taller instalado por el artista William Hayter en la rue Campagne-Premiere de París. La versión chilena se instalaría el año 56 en Guardia Vieja 99. Antúnez, luego de pasar cinco años en el Atelier 17, aprendiendo y trabajando sobre el grabado, y compartiendo mesa con Miró, Dalí y Tanguy, regresó a Chile en 1956, decidido a instalar un taller de grabado para artistas formados, pues esta técnica era ignorada en ese entonces en las aulas univeristarias. Trajo una gran prensa francesa y compró la casa en Providencia, cuya dirección se convertiría en un ícono del arte local. A esa casa, que años después sería demolida, llegaron los primeros estudiantes: Roser Bru, Delia del Carril, Carmen Silva y Ricardo Yrarrázaval, entre otros. A fines del 56, el grupo se presenta ante el público y la crítica especializada en una exposición colectiva con más de 100 obras.
De Guardia Vieja a Bellavista
El primer cambio de casa del Taller 99 fue en 1959, cuando se trasladó al Campus El Comendador de la Universidad Católica, donde estaba la recién fundada Escuela de Arte. En 1962, Antúnez es nombrado director del Museo de Arte Contemporáneo y la dirección del taller pasó a manos de Mario Toral, por entonces de 29 años. En esta etapa se superan los límites del grabado con técnicas en metal y se acogen técnicas como la litografía y xilografía. La creciente actividad del taller se detuvo en 1973, año en que debió cerrar sus puertas.
La refundación comenzaría en 1985, con el regreso de Antúnez del exilio. "Había que reorganizar talleres independientes para los artistas mayores, el grabado estaba enfermo", escribió Antúnez por esos años en su Carta sobre el grabado. Esta vez instaló el taller en La Casa Larga, en Bellavista, centro de arte donde permaneció hasta el verano de 1990, cuando se traslada a su sede actual de calle Melchor Concha y Toro, en el mismo barrio. Comenzó así una etapa de rescate en que se invitaba a artistas fundadores a compartir sus conocimientos con los nuevos asistentes al taller.
A la mesa con Nemesio es, al mismo tiempo, un testimonio de la vigencia del Taller 99 y un gesto de agradecimiento al fundador del espacio que ha dejado una huella profunda en la historia del arte en Chile.