Hasta hace poco más de un mes, Carlos Zanini, secretario legal y técnico de la Presidencia argentina, evitaba a la prensa. Su voz y su rostro eran poco reconocibles para la gran mayoría de los argentinos, pese al peso que él ostenta dentro de la Casa Rosada, donde es uno de los asesores políticos más influyentes desde la llegada de los Kirchner al poder, en 2003. Sin embargo, el destino le tenía guardada una sorpresa: la repentina muerte de su amigo íntimo y correligionario, Néstor Kirchner, obligó a Zanini a tomar un rol público inesperado, que ahora lo tiene catalogado como el custodio y estratega ideológico del proyecto kirchnerista. En otras palabras, él sería el llamado a generar las políticas que terminen por consolidar el poder de Cristina Kirchner de cara a las elecciones presidenciales de 2011.

En las últimas semanas, Zanini, de 56 años, cordobés de nacimiento y "pingüino" por adopción, ha participado activamente en tres reuniones y asambleas kirchneristas, apariciones inéditas en los siete años que lleva en el poder. En ellas, precisamente, dejó entrever los ejes sobre los que seguiría el modelo K: continuar con la oposición del gobierno a Clarín, capitalizar el profundo pesar social que produjo la partida de Kirchner y, sobre todo, disciplinar a los simpatizantes y militantes con miras a la campaña de 2011.

Además, según el diario argentino Perfil, su misión es la de "delegado del poder frente a las organizaciones sociales y de izquierda". Mientras que en el ámbito privado su papel como consejero clave del gobierno K e integrante permanente de la llamada "mesa chica" -instancia donde participa también el ministro de Planificación, Julio de Vido, y donde se decide gran parte de las directrices del gobierno- permanece.

Zanini, además, tiene la confianza "ciega" de la Presidenta Cristina Kirchner y, según comentan quienes lo conocen, una de sus principales habilidades es que cuenta con una capacidad "superior" de analizar la realidad política argentina.

El inicio de la estrecha relación entre los Kichner y Zanini se remonta a fines de los 70, cuando tras pasar cuatro años en la cárcel -por su militancia en la Vanguardia Comunista- se trasladó a vivir a Santa Cruz y un amigo en común los presentó. Al poco tiempo, terminó trabajando con él y no se separaron más. Según el analista Julio Blanck, la cercanía entre ambos era tal, que Kirchner de uno de los pocos que toleraba críticas era de él.