Los Bunkers se aventuraron en un riesgo: abrir un capítulo de su internacionalización, despojándose de lo inédito y aplicando cirugía a la obra de Silvio Rodríguez, trovador aún omnipresente, pero que también suena como eco de una era ya extinta. Y la aventura tuvo premio: Música libre se alza como uno de los más interesantes experimentos de una banda chilena en años. Tres sensaciones tras escuchar el título. Uno: el estándar de producción -a cargo de Emmanuel del Real, de Café Tacuba- y el talento de los chilenos como artesanos de la canción permite que cada uno de los covers ofrezca una intensa riqueza en arreglos. Dos: la relectura permite que casi se olvide que se trata de temas de Rodríguez y hasta se palpe como un disco propio. Tres: más que la distancia, aquí se descubre que ambos tienen muchos lazos: la poesía del cubano se acerca a las letras de afán metafórico tejidas por los penquistas.
Sueño con serpientes: El primer single y la alerta de que la intensidad eléctrica será uno de los dogmas de la banda para intervenir las canciones del cantautor.
Quién fuera: Una de las creaciones más hermosas de Rodríguez hace que el grupo retome su suavidad melódica y empalme con violines y violonchelos. Será el segundo single.
Que ya viví, que te vas: Paradigma del sofisticado sonido setentero del trovador, su nueva versión se acerca a la new wave.
Al final de este viaje en la vida: Una tonada interpretada por Manuel García, el cantautor que mejor ha sintetizado la herencia de la Nueva Trova.
El necio: Lo mejor del título. Aquí se cumple otra meta: no miraron al cubano como un monumento inmaculado y desarmaron la obra a su antojo. Un tema atiborrado de quiebres y guitarras punzantes.
Leyenda: La voz de Alvaro López suena mucho más cristalina sobre unos delicados arreglos de guitarra.
Angel para un final: Otra de las cimas. El tono dramático del sonido y de la voz de López timbran la atmósfera sufriente de una ruptura.
Santiago de Chile: Retoman el tono rockero y el aire sicodélico, para las letras que describieron el sufrimiento durante la dictadura.
Y nada más: Un inicio coral con voces a capella, para rematar en pura distorsión.
El día feliz que está llegando: Muy en clave The Who, los chilenos mantienen esa constante batalla entre guitarras y baterías que también imprimió la versión original.
Pequeña serenata diurna: Percusiones de tono folclórico que acercan la pieza hacia una tomada eléctrica.
La era está pariendo un corazón: La voz de García alterna con la de López y logran un equilibrio entre docilidad y dramatismo. Un final épico.