USTED las conoce de sobra. Las escucha a diario en los noticiarios de televisión, en los despachos que algún periodista hace en vivo, en los seminarios, charlas varias y en las series y películas: los "ehhh" o "mmm" se han vuelto un recurso habitual de nuestro vocabulario. La razón es simple: la comunicación oral exige reglas gramaticales y de sintaxis que por escrito son más fáciles de resolver, y cuando nos vemos superados por respetar un orden al hablar, acudimos a estos comodines para salvar la situación. "Lo importante es que las personas puedan reaccionar en todas las conversaciones", comenta Abelardo San Martín, lingüista de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile. Y los chilenos parecemos expertos en hacerlo.
Está bien, el abuso del "ehhh" -una de las muletillas más usadas, según una encuesta de latercera.com- le puede llegar a molestar por sus reiteraciones, pero no le ponga la lápida. Diversos estudios muestran que usar este tipo de recursos tiene beneficios no sólo para quien los ocupa, sino para quien los escucha.
Vamos por parte. Según los especialistas, el "eehhh" es la muletilla más común y su función al hablar es rellenar espacios y ganar tiempo cuando no se sabe con certeza qué es lo que se va a decir o cómo responder a una pregunta sorpresiva. Según Claudia Berger, coach experta en expresión oral, expresiones como ésta nos permiten articular un discurso sin que se note tanto que estamos pensando en qué decir. Después de todo, un largo silencio incómodo podría ser más perjudicial para la conversación que esta muletilla, señal inequívoca de que al menos estamos haciendo el esfuerzo por encontrar las palabras exactas.
Pero ojo, antes de aburrirse de escucharlas, de criticar a quienes abusan de ellas o de apuntarlo con el dedo como una persona que tiene un manejo deficiente del lenguaje y escasez de vocabulario, dese un tiempo para leer esto: un reciente estudio de Duane Watson, del Instituto Beckman para la Ciencia y Tecnología Avanzada de la Universidad de Illinois, comprobó que las muletillas o rellenos del tipo "ehhh" o "um" facilitan a los oyentes recordar mejor una historia que si esta hubiera sido relatada de manera fluida. Así, tal como lo lee.
Lo que ocurre es que al intermediar esas muletillas, el oyente interpreta que hay interrupciones en la comunicación y que es necesario prestar más atención. Al final, esa concentración repercute en la memoria.
No es todo. Un estudio reveló también ventajas para niños a partir de los dos años y medio. Los menores han aprendido que cuando escuchan un "ehhh", por ejemplo, la palabra que viene a continuación es un "no sé". Entonces, cuando se dan cuenta de esa pausa y de que quien les habla está buscando la palabra que sigue, es un momento para prestar atención. Richard N. Aslin, profesor de la Universidad de Minnesota, comentó a la revista New Scientist que los padres no deberían preocuparse por los niveles normales de "ums" y "ehh" que dicen a sus hijos. Las muletillas tienen un beneficio. "Ayudan a su niño a aprender el lenguaje", sentencia el académico.
"¿Cachái?",¿me estendís?
Pero los ehhh o "um" no son los únicos recursos del lenguaje que usamos. De hecho, la muletilla que más nos molesta escuchar de otros es el "¿cachái?". Así lo afirma un 26% de los participantes en una consulta de latercera.com. Al parecer, nos cansa tanta repetición.
Pero aunque moleste, es la preferida entre los jóvenes, porque genera complicidad porque, según Rossana Fiorentino, académica del Departamento de Ciencias del Lenguaje de la UC. Es decir, transmite pertenencia a un grupo. Por eso, también cala hondo entre los que quieren parecer más jóvenes de lo que son, como dice San Martín: cuando es usado por una persona de más edad, lo más probable es que lo haga porque está tratando de asumir una característica juvenil. De hecho, en un estudio de la UC, los investigadores Hernán Pons y José Luis Samaniego demostraron que en el rango etario que va de los 25 a los 35 años, esta muletilla es una de las favoritas, mientras que no existe en los tramos de los 56 a 75 años.
Este recurso de conexión, "¿cachái?", "¿me entendís'", se usan para lograr la cercanía en la comunicación y evita el desvío de las ideas. Pero de acuerdo con las investigaciones en este campo, también son muletillas que invitan a quien escucha a inferir o deducir el mensaje que le están transmitiendo. Es decir, van un paso más allá de la simple repetición y conexión.
En inglés, el símil es el "you know?", que se ocupa al final de las frases y cumple la misma función que el "¿cachái?". Pero su uso, tal como ocurre acá, se intenta limitar. Fiorentino explica que, por ejemplo, en la enseñanza del inglés como lengua extranjera se les enseña a los alumnos a evitar palabras como like, I mean, you know, los más usados en ese idioma.
O sea / po'
Estos dos son ejemplos locales, locales. Y, según los especialistas, un típico ejemplo de un recurso facilista que nos permite ahorrarnos el trabajo de encontrar la palabra exacta que nombre lo que estamos hablando. Pero también hay otra función menos conocida y que sirve para hacer más eficiente el mensaje. Quien escucha "O sea", sabe que el que lo dice está a punto de precisar o clarificar lo que acaba de decir. En esos términos, el oyente presta más atención a partir de esa muletilla.
Estamos llenos de estos recursos del lenguaje, los usamos casi sin darnos cuenta. Tanto, que abusamos sin pudor de todos ellos. "Nos cuesta llegar al final de las oraciones y explicarnos bien", resume Claudia Berger. Y esta comodidad explica que tengamos como muletillas palabras que sirven para todo. Verdaderos comodines. ¿Ejemplos? Si usted vio el video de las 42 frases típicas de las mamás, recordará el clásico "mijito, tráigame esa cosa que dejé arriba de esa cuestión". ¿Otro ejemplo? La reciente adopción entre los jóvenes del "como": "como que me cae mal", "como que va a llover", "como que te quiero". De acuerdo a la coach Marty Brito, refleja la manera de no comprometerse de los jóvenes. "Si les preguntas qué prefieres, que te digan 'te quiero' o 'como que te quiero', te dicen lo segundo", concluye.
De acuerdo a la consulta de Latercera.com, las muletillas que más nos molesta escuchar son "¿Cachái?" (26%), "¿Te fijas?" (14%), "Ehhhhhh" (14%), "¿Me entiendes?" (11%), "Po'" (10%), "¿No cierto?" (9%) y "o sea..." (9%).