Señor director:

El viernes pasado, a las 01.30 hora, una mujer que estaba manejando -aparentemente- en estado de ebriedad se pasó una luz roja y chocó un taxi en la esquina de Santa María con el puente Purísima. Este último auto impactó a mi ex cuñada, Ana Maria Schmidt, arrojándola al cauce del río Mapocho, muriendo en forma instantánea. Es impresionante la paz con que la familia ha enfrentado estos días, sin rencores ni palabras negativas, sólo tratando de encontrar consuelo entre ellos mismos.

El juez de garantía dejó libre a esta mujer, considerando que no era un peligro para la sociedad, y en el juicio preliminar se presentó un abogado con un hombre que decía ser el chofer del auto, y no la mujer que fue detenida según el parte de carabineros. Todavía no está claro quién habría manejado.

En la misa de despedida, el sacerdote hablaba de indignación, que la sociedad debe manifestarla, pero que, desde el punto de vista de la fe, esto no implique ningún tipo de venganza. Para que exista reparación del dolor y para que disminuya la ocurrencia de estos eventos, debe haber justicia. Desde el 4 de septiembre, para los familiares y amigos de Ana María esta situación ha cambiado para siempre sus vidas, y la persona responsable está en su casa gozando de una libertad que no merece.

Felipe Lavandero Risopatrón