Cuando el senador Barack Obama y aspirante a la presidencia de EE.UU. visitó Berlín hace cinco años, más de 200.000 personas se reunieron ante la Columna de la Libertad, un clásico monumento de la ciudad, para vitorear al candidato que había despertado en Alemania y Europa una ola de optimismo. Esa primera visita estuvo, además, marcada por un desaire de la canciller Angela Merkel, quien vetó la petición de Obama de hablar desde la Puerta de Brandeburgo.
Cinco años después, el escenario ha cambiado. La visita del ahora presidente Obama tiene en estado de alerta a las fuerzas de seguridad y ha provocado un justificado caos en la capital alemana. Todos los lugares por donde se desplazará el presidente estadounidense están rigurosamente vigilados por la policía.
La famosa Postdamer Platz se ha convertido ahora en un lugar vigilado por decenas de autos de la policía, que tienen la misión de detectar a un enemigo invisible que podría atentar contra el presidente y su familia, que se hospedarán en el Ritz-Carlton.
Obama ahora sí recibió el permiso de la canciller para enviar un mensaje al mundo, con la emblemática Puerta de Brandeburgo como telón de fondo y, donde en junio de 1987, Ronald Reagan le pidió a Gorbachov que "echara abajo" el famoso muro de Berlín.
La visita de Obama a Berlín también tiene un carácter simbólico ya que hace 50 años, John F. Kennedy encandiló a la población de la ciudad cuando pronunció una frase famosa desde el ayuntamiento de Schöneberg, entonces la sede del gobierno de la ciudad: "Ich bin ein berliner" ("Soy un berlinés").
Sin embargo, aun no está claro si la presencia de Obama en Berlín se convertirá en un hito, ya que su visita llega marcada por el escándalo y sin la euforia del viaje anterior. Ello, porque todas las capitales europeas se preguntan sobre los alcances del sistema de espionaje que ha llevado a cabo Washington.
Hace cinco años la revista Der Spiegel escribió: "Alemania recibe a una estrella del rock". Ahora el título fue: "El amigo perdido".