A fines de los 70, John Cheever rozaba la gloria. Falconer, la novela que publicó tras dejar el alcohol, era un éxito de ventas, que sólo sería superado por una compilación de sus cuentos: Relatos estuvo más de seis meses entre los libros más vendidos de EE.UU. Al morir, en 1982, Cheever se fue logrando esa rara combinación: no sólo tenía el respeto de sus colegas, también el público agotaba sus libros. Treinta años después, nadie duda de su lugar en el canon de la literatura norteamericana, pero sus lectores se han reducido. Pareciera que los millones de seguidores de la serie Mad men del mundo no se han enterado que sin Cheever no habría existido jamás Don Draper, ese publicista de doble vida que resume la silenciosa desesperación que asfixiaba a los suburbios americanos de inicios de los 60.
"¿Dónde se fueron sus lectores?", se pregunta Blake Bailey, autor de la biografía Cheever: una vida y, según confiesa, un adicto a Mad men. "Sinceramente yo esperaba un revival de Cheever con la serie. Matthew Weiner, su creador, dice una y otra vez que es su influencia. Sus libros merecen muchos más lectores. Como yo lo veo, Cheever es el gran cuentista de nuestra era", dice al teléfono a La Tercera.
Quizás es cierto: llamado tantas veces el Chejov de los suburbios, Cheever (1912-1982) hizo de las ansiedades norteamericanas de posguerra un asunto universal, al adherirles un destino de inevitable tristeza. Los sueños rotos pueblan su obra, aunque Cheever logra que la desesperanza tome formas luminosas. Lo verdaderamente amargo lo mantenía oculto: una década después de su muerte se publicaron sus Diarios (1991), revelando la tragedia privada de Cheever, un alcohólico bisexual reprimido.
Bailey tuvo acceso a la versión completa de esos diarios, que superan en 20 veces lo publicado, para Cheever: una vida. Ganadora del National Book Award 2009, la biografía fue un encargo de la familia del escritor. Lo escogieron tras leer A tragic honesty (2003), la biografía de Richard Yates de Bailey. "Los Cheever fueron maravillosos, me mostraron cada papel de su padre", dice el biógrafo, que no escondió ninguna de las miserias que atormentaron al autor de El nadador. A 30 años de su muerte, ocurrida el 18 de junio de 1982, Bailey está seguro que el influjo de Cheever está vivo en la literatura americana.
En su biografía Cheever es retratado como una persona muy infeliz, pese a su exitosa carrera literaria. ¿Qué le impidió disfrutar del éxito?
Para empezar, era bisexual en un tiempo en que era muy difícil vivirlo abiertamente. Ansiaba un tipo de vida que hacía mucho más difícil vivir abiertamente esa sexualidad. Venía de una familia burguesa arruinada, socialmente marginada. Y él quería ser muy exitoso socialmente a través de un éxito literario, y eso es muy difícil de lograr en EE.UU. No es muy prestigioso ser escritor en América, incluso un gran escritor. Cheever tuvo que esconderse toda la vida. No tuvo amigos con los que pudiera compartir sus secretos, y ciertamente no los podía hablar con su familia. Le horrorizaba que alguna lo descubrieran. Su frustración la volcaba en sus libros.
Hay quienes dicen que sus Diarios son su obra maestra. ¿Podemos leerlos como confesiones sinceras o también son una obra literaria con algo de ficción?
Es un trabajo de enorme importancia, pero yo no creo que sea su obra maestra. ¿Confesiones o ficción? Es un poco de todo. A veces empezaba escribiendo episodios verdaderos de su vida y de pronto se convertían en ficción. Ese era justamente el principal propósito de sus diarios: ser un laboratorio de su ficción. Encontrar el material de su literatura en su diario vivir. Es fascinante leer los diarios, aunque lo publicado es sólo el cinco por ciento de lo que Cheever escribió.
Pero suele decirse que murió como un hombre feliz.
No, era más miserable que nunca. Es un mito que echó a correr John Updike. Superó el alcoholismo, hizo pública su bisexualidad, tuvo una pareja, sus libros eran más populares que nunca y vivió feliz para siempre... Pero la verdad es mucho más complicada. Es verdad que después de beber hasta casi morir, desde 1975 Cheever nunca más tomó una copa. Eso fue heroico. Y sí, la novela Falconer fue un gran éxito, al igual que la reedición de sus Cuentos. Murió en la cima de su fama. En apariencia, vivía el momento más exitoso y feliz de su vida. Puertas adentro, su relación con Max Simmer le causó muchos tormentos.
¿Cree que Cheever habría visto Mad men?
El lo habría amado. Por supuesto. Es un gran show. Hay muchísimas alusiones al mundo de Cheever. Don Draper no es quien dice ser, tal como Cheever. El tema principal de la serie, las apariencias contrapuestas con la realidad, también son fundamental en toda su obra. Todo ese retrato del principio de los 60, las mentiras en la clase media y la vida profesional es muy cheveriano. Y bueno, su creador ha dicho que él es un gran fan de Cheever. Yo amo el show.
Yates y Cheever son dos autores con vida muy trágicas. ¿Qué lo ha llevado a especializarse en ellos?
La felicidad es aburrida. Ningún gran escritor, ciertamente ninguno americano, tuvo una vida feliz; si lo hubiera sido, no habría sido escritor. Para mí, llegar hasta el fondo de la infelicidad y descubrir su causa es fascinante.