LA PRIMERA reunión del Papa Francisco con el grupo de ocho cardenales que lo asesora en el gobierno de la Iglesia coincidió con severas críticas lanzadas por el Pontífice contra la Curia, a la cual acusó de estar concentrada en los asuntos del Vaticano y “olvidar al mundo que lo rodea”. El llamado G-8 -uno de cuyos integrantes es el cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz- tiene como misión prioritaria estudiar mecanismos para reformar la Curia.

Durante el papado de Benedicto XVI surgieron fuertes cuestionamientos a la manera en que la Curia sirvió al Pontífice, quien se vio envuelto en varias controversias debido a algunos discursos que pronunció o decisiones que adoptó. El escándalo de los denominados “Vatileaks”, que permitió la filtración de documentos papales reservados, es el mejor ejemplo de ello, al punto que se ha sostenido que dicho episodio tuvo algún grado de influencia en la determinación adoptada por el Papa alemán de dejar su cargo a principios de año.

Desde el comienzo de su gestión, Francisco ha señalado que desea introducir reformas a la Curia, a la que considera una corte que puede llegar a constituir, según dijo hace unos días, “la lepra del papado”. Se estima que los cambios pasarían por darle más presencia al G-8 en un rol consultivo, modificar las funciones del secretario de Estado -para que ejerza una labor más cercana a la de un secretario papal- e introducir la figura de un coordinador de la Curia que sirva como enlace entre el Pontífice y los diversos dicasterios. En todo caso, se ha señalado que los cambios serán estudiados sin apresuramientos y el grupo de los ocho cardenales se reunirá de nuevo en diciembre para iniciar su discusión a fondo.