Tras analizar el rostro de niños con y sin este trastorno del desarrollo, un estudio de la Universidad de Missouri encontró que los menores con autismo tenían rasgos faciales que los distinguían.
Ellos suelen tener ojos más amplios y una frente más grande que los niños que no tienen autismo. Además, tienen una boca más amplia y la parte media de la cara es más corta, incluyendo las mejillas y la nariz. Este descubrimiento es clave, según los investigadores del estudio, ya que aún no se tiene claridad si el autismo es originado por la genética o por factores ambientales. "Si podemos identificar cuándo estos cambios faciales se producen, se podría precisar cuándo el autismo puede empezar a desarrollarse en un niño", dijo Kristina Aldridge, autora del estudio.
En la investigación mapearon 17 puntos de la cara con una cámara 3D de niños con y sin autismo, para encontrar las diferencias.
Notaron también que los menores con autismo más severo con problemas de conducta y de lenguaje tenían características distintas a los niños con autismo medio.