En 1963 comienza a gestarse el estigma que ha perseguido a Universidad Católica en las cinco décadas siguientes. La definición del torneo correspondiente al año del Mundial se disputó el 16 de marzo en el EstadioNacional. Ganó Universidad de Chile por 5-3. Carlos Campos (2), Ernesto Alvarez (2) y Leonel Sánchez le dieron el triunfo al equipo de Luis Álamos sobre la escuadra del argentino Miguel Mocciola.
Fue el primer subcampeonato cruzado. A lo largo de la historia, en otras 18 oportunidades los estudiantiles escoltaron al campeón de turno: 1964, 1965, 1967, 1968, 1989, 1990, 1994, 1995, 1996, 1997 (C), 1999, 2001, 2002 (C), 2007 (A), 2009 (C), 2013 (Transición y Apertura) y 2014 (C). El desenlace podría repetirse en el actual torneo, si Cobresal mantiene la ventaja que, hasta ahora, es de dos puntos.
Jugadores emblemáticos del club de Las Condes asumen que el mote de "segundones" existe. Y que duele. Pero lo abordan desde distintos ángulos. "Es una etiqueta, una cuestión falsa. Si un equipo logra segundos puestos es porque es protagonista en los torneos que disputa. Lo que pasa es que se puso de moda criticar, pero para ser segundos hay que estar en la pelea", dice Alberto Foullioux, campeón en 1961 y 1966 y subcampeón en 1962, 1964, 1965, 1967 y 1968.
El volante Jorge Acuña, campeón en el Apertura 2002 y subcampeón en el torneo siguiente, el mismo año, asume el calificativo, pero toma distancia. "Es una marca para la UC. Para mí, salir segundo o cuarto es lo mismo: no sirve de nada", sentencia el actual volante de Unión San Felipe.
El ovallino reconoce que en la intimidad de los planteles cruzados el asunto se trata. "Es algo que conversamos. Nunca supe qué pasaba para que la UC tuviera más segundos puestos que títulos. Me duele que sea así. Ojalá que este año no se repita. La actual Universidad Católica es mucho más agresiva, pero está segunda igual", sentencia Acuña.
El mediocampista intenta explicar el fenómeno. Dice que no se gesta en San Carlos. "Para mí, hubo jugadores que no supieron manejar la presión de estar en un equipo grande. Los formados en casa, en cambio, sólo pensábamos en ser campeones, Jugadores como Álvarez, Toselli, Gary Medel o yo no teníamos otra cosa en la cabeza. Siempre que entré a la cancha fue para obtener títulos. Nunca encontré la explicación, pero cuando tiene que ganar, a Católica siempre le pasa algo", agrega Acuña.
En junio de 2011, la UC volvió a chocar con Universidad de Chile en una definición. El clásico universitario dirimía la corona del Apertura de ese año y los cruzados habían dado el primer golpe, que parecía decisivo: en la ida, que se jugó el jueves 9 en el Estadio Nacional, se impusieron por 2-. Anotaron Tomás Costa y Milovan Mirosevic.
El partido de vuelta se disputó el domingo, también en Ñuñoa. Los de la franja llegaron al estadio con ambiente de jolgorio. En el bus, el preparador físico Jorge Fleitas distribuyó cotillón entre los futbolistas, quienes arribaron cantando. En la cancha, sin embargo, se borraron las sonrisas. La U de Jorge Sampaoli fue imparable. Gustavo Canales abrió la cuenta en los 16'. Siete minutos después, Lucas Pratto igualó. El equilibrio duró poco: un autogol de Juan Eluchans y dos nuevos nuevos aciertos del oriundo de General Roca le dieron la copa a los laicos. "Fue terrible. Nadie hablaba y varios lloraban", revela el ariete Francisco Pizarro, quien jugó 13 partidos en el torno y estuvo en la banca en esa final.
El atacante reconoce que ese revés despertó una reacción extraña. "Surgió el temor a ser segundos. No a jugar finales, sino a lo que pudiera decirse después, si no las ganábamos. Ganamos la Copa Chile, pero era algo que daba vueltas. Entre bromas, siempre salía el tema. Los jugadores no somos los únicos responsables. Los dirigentes tampoco transmiten mucho. Iban a los entrenamientos con corbata. Uno no veía en ellos la pasión que hay en los otros clubes", concluye el Conquistador.