Jurais por Dios, nuestro Señor, y por estos Santos Evangelios, que en ejercicio de vuestro ministerio guardaréis la Constitución y las leyes de la República?", preguntó Rubén Ballesteros, presidente de la Corte Suprema, al ministro Ricardo Blanco el pasado jueves en la sala de Pleno. "Sí, juro", respondió el magistrado, quien desde ese momento pasó a integrar el Máximo Tribunal.

Sentada en primera fila, vestida de negro y blanco, con una chaqueta roja de terciopelo, miraba la escena la ministra Gloria Ana Chevesich (54, viuda, dos hijas), presidenta de la Corte de Apelaciones de Santiago y actual nominada por La Moneda para asumir otro de los cupos vacantes en la Suprema. Si todo sale bien en el Senado, ella debiera ser la próxima en jurar ante Ballesteros.

Como presagio de lo que viene, a su lado estaban Hosain Sabag (DC) y Guido Girardi (PPD), únicos senadores presentes en el acto, y quienes -con su voto- definirán el futuro de la jueza el 2 de julio, junto a los otros 36 miembros de la Cámara Alta.

La ministra, que hace 10 años (el 1 de abril de 2003) se hizo famosa al procesar a 22 personas por el caso MOP-Gate y llenar en una mañana el anexo cárcel Capuchinos, siempre ha querido ser suprema.

Fue postulada como uno de los "cupos" del oficialismo, pues así es percibida. Esto debido al caso que cerró el 2010 y a su visión conservadora de la forma de hacer justicia. "No dan sorpresas, se apega a los hechos y al derecho, no reinterpreta las leyes", asegura un abogado que ha litigado en su sala.

Esto explicaría el apoyo cerrado de la Alianza para integrar la Suprema. Hay quienes la ven como un contrapeso para un juez influyente como Sergio Muñoz: ella fiel a lo que dicta la norma, él más abierto a interpretar. Esta postura del ministro quedó demostrada en el fallo que rechazó el permiso ambiental de la termoeléctrica Castilla, en un proceso que incluyó un llamado a conciliación entre las partes, algo inédito en un recurso de protección.

Saldo en contra

En privado, la ministra ha dicho que desde su época de universitaria que quiere llegar al Máximo Tribunal. Algo que creyó difícil el 2008, cuando postuló y no obtuvo ni un solo voto entre sus superiores. Eran esos otros años, aún marcados por el caso que la hizo famosa y que la enemistó con la Suprema. Cuando pasó de ser la relatora favorita a la jueza que denunció presiones -incluso de parte de Marcos Libedinsky, entonces presidente del Máximo Tribunal-, y a quien se investigó por las filtraciones del caso.

Según quienes la conocen, los años a cargo de MOP-Gate no dejaron un buen recuerdo en la ministra y en privado a dicho "que lo pasó mal".

Es que Chevesich es conocida como matea y rígida a la hora de aplicar la ley. Estudió en el colegio Sagrada Familia de Estación Central y se tituló de abogada en la Universidad de Chile, donde fue una alumna destacada. Desde que es ministra ha obtenido las mejores calificaciones siempre (6,9) y su reconocido nivel profesional se complementa con una personalidad reservada, a veces seca, y muy celosa de su vida privada. Es de pocos amigos y centrada en su vida familiar.

En julio de 2004, cuando falleció su esposo Andrés de La Maza de un cáncer fulminante y el caso Gate estaba en su etapa más compleja, se demoró 15 días en volver a trabajar.

A la Corte llega antes de las 8 y se retira cerca de las 18 horas. Se toma poco tiempo para almorzar y comparte con algunos ministros, entre ellos los supremos Milton Juica, Juan Araya, Muñoz y Haroldo Brito.

Su tiempo libre se reparte entre el yoga, el deporte y sus idas al Teatro Municipal con su pareja desde 2008, el ministro de la Corte de Apelaciones de San Miguel, Carlos Gajardo, con quien comparte el gusto por la música clásica y la literatura.

Está terminando el magíster en derecho laboral de la Universidad Adolfo Ibáñez, donde entre otros, le hizo clases el abogado Fernando Atria. "Me pareció una estudiante interesada y con opinión sobre los temas discutidos", señala el profesional.

Desde el punto de vista político, sus cercanos confirman que es de sensibilidad DC y que ha votado por los candidatos de ese partido en varias elecciones.

Para ser aprobada, la jueza necesita 25 sufragios a su favor, de los cuales 16 seguros son de la Alianza. Los otros nueve debe obtenerlos en las filas de la Concertación, el MAS o los dos senadores independientes. Un arena donde su elección ha estado cruzada por el cálculo político y las agendas partidarias.

En la DC (nueve senadores) aún pesa el costo de haber vetado al juez Juan Manuel Muñoz Pardo, cuya nominación el gobierno terminó retirando a comienzos de año, lo que viabiliza el apoyo de gran parte de la falange.

En el PS (cinco votos), el jefe de bancada, Fulvio Rossi, y Camilo Escalona anunciaron el miércoles que la apoyarían, pero Juan Pablo Letelier advierte que "fue una decisión inconsulta. Yo no voy a votar por ella y creo que no soy el único". En el comité socialista el tema es complejo, pues Chevesich instruyó el caso MOP-Gate, que significó un duro golpe al gobierno de Ricardo Lagos.

En el PPD (cuatro votos), las aguas están más complejas. El timonel y senador de ese partido, Jaime Quintana, ya señaló que no apoyará a Chevesich. Ricardo Lagos Weber ha dicho que revelará su votoel día de la votación, prevista para el 2 de julio, pero nadie apuesta a que la respalde.

Por eso, la presencia de la ministra en el juramento de Blanco fue casi simbólica. Al comienzo y al final de la ceremonia recibió varios saludos y palmoteos en la espalda. Ella agradeció y dijo: "voy a esperar tranquila" la decisión del Senado.

En altos círculos oficialistas, su nominación de la jueza es vista con buenos ojos. Si es aprobada, llegará a la Suprema un nombre cómodo para el gobierno. Si es rechazada, revivirá el caso MOP-Gate y la victimizará, con costos políticos a la oposición.

Dos miradas, una corte

Desde que su nominación fue rechazada por algunos senadores, la jueza decidió mantener un bajo perfil y ha sido el presidente de la Suprema quien la ha defendido. "Algún juicio, algún proceso que ella haya llevado en el pasado no puede hoy día afectar su legítimo derecho a ser aceptada por el Senado", señaló Ballesteros.

Sin embargo, su postura no es compartida por toda la Suprema. Mientras Ballesteros aboga por que los jueces no pueden ser analizados según sus resoluciones, pues eso les restaría independencia, otro grupo de ministros desdramatiza los hechos y sostiene que el rechazo o aprobación de un nombre es parte de las atribuciones que posee el Senado. "Es un sistema que garantiza el equilibrio entre los poderes del Estado", dice un miembro del Máximo Tribunal.

Mientras tanto, Chevesich está preparando su minuta para la presentación en la comisión de Legislación, donde debe plantear su visión de la justicia el 19 de junio. Ha respondido escuetamente los llamados que recibe, no quiere exponerse ni correr riesgos.