"Tan lejos, tan cerca". Ese es uno de los conceptos que mejor refleja para los expertos la relación que mantienen dos de las economías más pujantes del mundo: China y Japón. Ambos países son socios comerciales, comparten tradiciones culturales e incluso un modelo legal parecido. Sin embargo, una historia de resentimientos y conflictos -producto de guerras e invasiones- las han mantenido lejos de ser "buenos vecinos".
Ahora, la consolidación económica del gigante asiático amenaza con ensombrecer seriamente a Japón. Es más, expertos prevén que este año China podría tomarse revancha de años de odiosidades, desplazando al archipiélago como la segunda economía del mundo, detrás de Estados Unidos. Las últimas cifras de crecimiento de la economía china, que llegó a un 8,9% en 2009, adelantan que ese objetivo podría lograrse antes de lo previsto. Todo un fenómeno que pocos imaginaron hace algunas décadas.
Las cifras hablan por sí solas. Mientras en 2000 el Producto Interno Bruto (PIB) de China llegaba a US$ 1,198 billón, en Japón era de US$ 4,667 billones. Nueve años más tarde, la brecha entre ambos disminuyó notablemente y quedó en US$ 4,757 billones y US$ 5,048 billones, respectivamente. China, durante los últimos 20 años, ha crecido en promedio un 10% anual, mientras que Japón ha disminuido su velocidad de expansión y las últimas proyecciones indican que su economía crecerá en sólo un 1% en 2010.
El estancamiento económico japonés, gatillado -entre otros factores- por el acelerado envejecimiento de su población, así como por la pérdida de competitividad en áreas claves, como la industria automovilística, concluirán -según los expertos- por transformar a Japón en una "Suiza asiática", donde su población goza de un alto estándar de vida, pero con bajos niveles de crecimiento.
Reivindicación
En los últimos 120 años las relaciones entre China y Japón no han sido fáciles. La primeras odiosidades se produjeron durante la llamada Primera Guerra Sino Japonesa, donde la China Imperial perdió el control sobre la península de Corea y de Taiwán, en 1895. Además, una de las principales consecuencias del conflicto fue el desprestigio que sufrió la dinastía china Quing por sobre su par nipona, Meiji, la que por años había recibido la influencia comercial de Occidente y había emprendido una serie de reformas modernizadoras que le permitieron superar a China durante ese conflicto.
Luego, Japón quiso avanzar y tomar el control de Manchuria, en el noreste de China, una zona rica en recursos minerales -como el carbón- y cuyo suelo permite la plantación de soya y cebada. Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Manchuria estaba gobernada por Zhang Zuolin, un respetado señor de la guerra, a quien los japoneses intentaron asesinar en varias ocasiones, hasta lograrlo en 1928. Tres años más tarde, el ejército imperial nipón invadió Manchuria con el objetivo final de avanzar hacia el resto del este de Asia.
Este hecho fue un antecedente de lo que luego desataría la Segunda Guerra Sino Japonesa (1937-1945), y que se convertiría en uno de los frentes más sangrientos de las campañas en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Nanjing
En esa época, el avance nipón sobre el gigante asiático encontró una fuerte resistencia de los soldados chinos que retrasaron el ingreso de Japón a Beijing. La historia afirma que los nipones, furiosos por lo que ellos consideraban era un triunfo seguro, al llegar a la ciudad de Nanjing se tomaron la revancha, provocando una masacre (1937). En dos meses, miles de civiles chinos fueron asesinados, mientras que las mujeres fueron violadas. Este hecho, es considerado una de las mayores afrentas entre ambas naciones y es fuente de conflictos hasta hoy.
Tras la derrota nipona en la Segunda Guerra Mundial, China continuó viendo a Japón como una amenaza debido a la estrecha ayuda que recibió de Estados Unidos para su reconstrucción. Además, China consideró que EE.UU. utilizó al territorio japonés como base militar durante la Guerra de Corea (1950-1953).
En las décadas siguientes las relaciones fueron tensas, entre otras cosas, por el apoyo nipón al desarrollo de la economía taiwanesa. En 1972, China y Japón comenzaron los acercamientos para restablecer las relaciones diplomáticas. Sin embargo, el recuerdo de los hechos de Nanjing permanecieron como un punto de división entre ambas naciones.
Pese a ello, durante los 80 las relaciones económicas y diplomáticas florecieron debido al interés japonés por invertir en China y por ayudar al gigante asiático a desarrollar su industria, todo ello como parte de una estrategia de Tokio para operar como vínculo de Beijing con Occidente. Si bien en 2008 China y Japón firmaron el Tratado de Paz y Amistad que pretende dejar atrás la historia de rivalidades que han tenido, en el sentimiento general de ambas naciones aún persiste un ánimo de "diferencia y resentimiento" que marca las relaciones entre ambos.