Que un ex presidente critique abiertamente, en público y por escrito, a su sucesor en ejercicio es un tabú en Francia y en casi todos los países. Y menos que lo haga con un correligionario. Por eso, Jacques Chirac ha provocado gran conmoción con su nuevo libro, la segunda parte de sus memorias, en el que no escatima en críticas hacia Nicolas Sarkozy, quien en su momento fue su delfín político. "Nervioso, impetuoso y desbordante de ambición, no duda de nada y menos aún de sí mismo", es parte del retrato que el ex mandatario hace del actual jefe de Estado.

"La época presidencial", que llega hoy a las librerías francesas, es la continuación de "Cada paso debe ser un objetivo", en el que Chirac, de 78 años, repasaba su infancia hasta su llegada a la presidencia en 1995, y que se publicó hace dos años. En ese primer tomo prefirió pasar suavemente sobre uno de los episodios más espinosos de su relación: la "traición" de Sarkozy en 1995, cuando decidió apoyar al entonces primer ministro Edouard Balladur, en su contra, en la carrera al Elíseo.

Pero es ahora, según el periódico Le Nouvel Observateur, cuando el ex mandatario (1995-2007) rompe el silencio que se impuso respecto de su sucesor, al que tilda como un político propenso a "estigmatizar y a exacerbar los antagonismos".

Según Chirac, sus malas relaciones con Sarkozy comenzaron antes de su llegada al Elíseo. El fundador de la Unión por un Movimiento Popular asegura que un escándalo orquestado contra su esposa Bernardette por la propiedad de algunos terrenos de la familia fue "montado meticulosamente" y "no era ajeno a la campaña presidencial" que se avecinaba en 1995. "Siempre carecí de la prueba de que fuera lanzado por el Ministerio del Presupuesto", encabezado entonces por Sarkozy, dijo.

En uno de los capítulos, Chirac explica las razones que lo llevaron tras su reelección en 2002 a descartar a Sarkozy como primer ministro. "La confianza no se decreta, pero es imperativa. Y subsisten demasiadas zonas de sombra y de malentendidos entre Nicolas Sarkozy y yo", escribe el ex mandatario, quien no oculta sus dudas sobre la lealtad de su compañero de filas. "El riesgo sería encontrarme confrontado rápidamente a un jefe de gobierno dispuesto a afirmar su autonomía, a discutirme incluso mis prerrogativas, sin prohibirse aparecer ya como aspirante a mi sucesión", afirma Chirac. A su juicio, necesitaba a alguien con quien tuviera "completa armonía" y sobre el cual pudiera apoyarse "con total confianza".

"Aprendí trabajando con Georges Pompidou que si Matignon (sede del Ejecutivo) y el Elíseo no se entienden, la cosa explota. Es lo que pasaría inevitablemente con Sarkozy, con quien, aunque no tengo una antipatía personal, no estamos de acuerdo en lo esencial", escribe Chirac . "Lo más importante es que probablemente no tenemos la misma visión de Francia", comenta.

Pese a esta fractura ideológica, Sarkozy se convirtió en su ministro del Interior, donde se confirmaron las dudas de Chirac. Asegura que tan pronto como llegó a Beauvau (sede de esa cartera) "su ambición presidencial enseguida fue transparente". Además, dice que Sarkozy tiene un temple "destructivo para nuestras instituciones".

Al margen de las críticas, Chirac también reconoce cualidades en Sarkozy: "Su fuerza de trabajo, su energía, su sentido táctico, sus talentos mediáticos, que hacen de él, a mi juicio, uno de los hombres políticos más dotados de su generación". Y agrega otra virtud: "Su dinamismo, su insaciable apetito de acción".

Chirac repasa también las ofensas recibidas de parte de Sarkozy, como cuando se burló públicamente de su afición al sumo y las tradiciones japonesas, lo cual casi le cuesta el cargo, según confiesa el ex presidente.