Un grupo de científicos en una camioneta equipada con alta tecnología persigue largos remolinos para estudiarlos. Pareciera que la frase está sacada del guión del éxito cinematográfico Tornado (1996), pero es sólo la descripción del trabajo que desplegó un equipo de académicos chilenos de la carrera de Geofísica de la Universidad de Concepción en pleno desierto de Atacama, durante las últimas dos semanas.

A pesar de que aparentemente es un fenómeno alejado de Chile, los remolinos de polvo aparecen con frecuencia en este lado del planeta.

Es por esto que, después de varios años de estudio teórico acerca del tema, el profesor Mikhail Kurgansky decidió realizar un proyecto pionero en el país, que permitiera conocerlos empíricamente.

De esta manera, hace poco más de un año, Kurgansky, el geofísico Aldo Montecinos y el ingeniero civil Víctor Villagrán se desplazaron hasta la I Región para buscar en el desierto más árido del mundo el mejor lugar donde estudiar el fenómeno. El resultado: las condiciones óptimas estaban cerca del pueblo de Huara, ubicado a 30 kilómetros al norte de Pozo Almonte.

Fue ahí donde se instalaron a partir del 24 de noviembre de este año. Además de tener una estación meteorológica de estudio fija, los científicos equiparon una camioneta 4x4 y comenzaron la "caza" de los remolinos. "Nuestro objetivo era caracterizarlos respecto de la transportación de polvo, actividad y ambiente", cuenta Kurgansky.

La misión

Nada fue fácil. De los ocho días que estuvieron en terreno, tres dieron los resultados esperados, registrando 30 episodios. "Era un terreno bastante malo", relata Montecinos, quien agrega que fue fundamental la colaboración del geólogo Stephen Metzger, "que lleva 15 años cazando remolinos".

Según el académico, para que ocurra este tipo de fenómenos tienen que existir dos condiciones atmosféricas determinantes: alta temperatura en la superficie (cercana a los 60° Celcius) y "debe existir una brisa bastante leve, que no es viento. No debe ser demasiado fuerte, porque cuando eso pasa, implica factores negativos. El viento fuerte rompe el remolino que quiere desarrollarse y provoca el descenso de las temperaturas del desierto", dice el jefe del proyecto.

A diferencia de los tornados, de 300 metros de diámetro, y que se generan por el encuentro de dos masas de aire de temperaturas distintas y que causan una alta destrucción en los lugares donde ocurren, los remolinos chilenos no son fenómenos tan violentos.

Aún así, "el año pasado cuando estuvimos en La Tirana, por ejemplo, pasaban y podían levantar los toldos de la gente", señala el geofísico Aldo Montecinos.

El peak de los eventos ocurría entre las 14.00 y las 15.00. "Cada 15 minutos un observador miraba todo su alrededor y podía ver 50 remolinos simultáneamente", dijo Kurgansky.

Los resultados del estudio serán publicados "en revistas internacionales, revisadas por expertos internacionales y que quedan para toda la comunidad del mundo", explica Montecinos.