No había certeza absoluta. Cuando en marzo pasado, Barack Obama preguntó sobre las posibilidades de que Osama bin Laden efectivamente se encontrara al interior de una mansión, en la ciudad paquistaní de Abbottabad, la CIA cifró esa opción en entre un 60% y 80%. Entonces, el presidente les pidió la opinión a sus principales asesores militares y de inteligencia, quienes le plantearon tres alternativas:  enviar helicópteros con comandos de elite para asaltar la casa y dar muerte a Bin Laden, un ataque aéreo con bombarderos B-2 o un operativo conjunto, con agentes paquistaníes. De todas estas opciones, Obama eligió la primera.
"It's a go (adelante)", le dijo el mandatario norteamericano a su gabinete de seguridad, la noche del viernes 29 de abril. Así, Obama dio luz verde a la más importante operación militar de su mandato: dar con el el enemigo número uno de Estados Unidos.
Según el diario The New York Times, había dos "fantasmas" que rondaron permanentemente en las reuniones en las que se discutió el operativo: no repetir la desastrosa incursión estadounidense en Somalia de 1993, que inspiró el libro y la película La caída del Halcón Negro, y la fallida misión para rescatar a los rehenes en Irán, en 1980. El jefe del Pentágono, Robert Gates, se mostró escéptico ante la idea de enviar a un equipo de comandos, ya que aquello era demasiado arriesgado. Sin embargo, la opción del bombardeo se desechó, ya que se llegó a la conclusión de que se necesitaban 32 bombas de dos mil libras para reventar el "búnker" de Bin Laden. "Habría abierto un cráter gigante y no habría habido cadáveres", señaló un funcionario de gobierno.
De esta manera, Obama dio el visto bueno para que un equipo de los Navy Seals, "la elite de la elite" de las fuerzas especiales, preparara la incursión. Para ello, se construyeron tres réplicas de la casa de Bin Laden: dos en EE.UU. y otra en Afganistán.
Mientras los Navy Seals ultimaban los detalles de la operación, los agentes de la CIA seguían todos los movimientos de la vivienda en Abbottabad, a través de satélites espías. Debido a que la casa no contaba con conexión telefónica ni internet, se hacía más difícil interceptar las comunicaciones. Incluso, los agentes temían ser descubiertos por los guardias de Bin Laden.
La CIA había logrado localizar la mansión del líder de Al Qaeda tras un seguimiento de más de cuatro años a uno de sus mensajeros de mayor confianza, el kuwaití Abu Ahmad, quien también murió en el ataque. Tal era la seguridad del inmueble, que Bin Laden quemaba su propia basura, mientras que sus acompañantes solían comprar grandes cantidades de comida, además de gaseosas Pepsi y Coca Cola. Los niños del lugar cuentan que cuando se les caía una pelota en el patio de la casa, nunca eran devueltas. En vez de ello, algún guardia les pasaba dinero. En un comienzo, la operación fue programada para el sábado 30, pero se pospuso para el día siguiente, por mal tiempo. El domingo, la Casa Blanca suspendió todas las visitas turísticas por el Ala Oeste, para evitar que algún curioso se encontrara con personal de seguridad. A su vez, Obama siguió su rutina  y jugó golf en la Base Aérea Andrews, antes de encerrarse en el Situation Room del palacio presidencial, previa compra de gaseosas y papas fritas.
"Sólo puedo rezar"
"Ahora está en tus manos, amigo mío", le dijo por teléfono el jefe de la CIA, Leon Panetta, al vicealmirante William McRaven, a cargo de la misión. "Te deseo todo lo mejor. Todo lo que puedo hacer es rezar mucho", agregó. Al otro lado del mundo, en una base de la ciudad afgana de Jalalabad, McRaven y sus comandos despegaban en cuatro helicópteros rumbo a la casa de Bin Laden, sin informar a Pakistán, para no estropear el operativo.
Obama y sus asesores siguieron en tiempo real la misión. Joe Biden, el vicepresidente, se aferró a un rosario, mientras que el presidente no lograba contener su "cara de piedra", según fuentes citadas por el Times. Hubo silencios largos.
"Los minutos pasaban como horas", contó John Brennan, el principal asesor de antiterrorismo. Mientras, en Abbottabad, los Navy Seals se descolgaban de dos helicópteros Black Hawk. Pero cuando la operación ya estaba en curso, pasada la 1.10 de la madrugada paquistaní, una de las aeronaves chocó contra uno de los muros, poniendo en serio peligro la misión. Apenas ingresaron al recinto, los comandos abrieron fuego y abatieron al mensajero y a su hermano.
Sin embargo, pasaron largos minutos hasta que encontraron a Bin Laden, en el tercer piso. El líder de Al Qaeda estaba junto a una hija de 12 años y su esposa. No iba armado, pero ofreció resistencia, aseguró la Casa Blanca. "Tenemos contacto visual con Gerónimo (Bin Laden)", relató Panetta. "Enemigo muerto en acción", agregó minutos después. "Lo tenemos", comentó Obama, más aliviado que nunca.