Hace casi 25 años la palabra impeachment ya se escuchaba entre los brasileños. Era septiembre de 1992 y la Cámara de Diputados autorizaba abrir un juicio político contra el entonces Presidente Fernando Collor de Mello,

el primero y el más joven después de la restauración de la democracia brasileña.

Collor de Mello llegó a la Presidencia con 40 años en 1990, luego de ganar la segunda vuelta contra Luiz Inácio Lula da Silva. El entonces joven candidato triunfó por presentarse como alguien ajeno a la clase política, un outsider, con un discurso crítico a los partidos y con una fuerte campaña propagandística.

Dos años después de asumir, el tesorero del Presidente, Paulo César Farías, se vio envuelto en un escándalo de corrupción por desvío de fondos públicos. Con esa acusación, Collor de Mello comenzó su recorrido cuesta abajo: las acusaciones alcanzaron a su mujer, a sus colaboradores y a él, mientras su popularidad se iba al piso.

Una comisión parlamentaria confirmó que estaba involucrado en el caso, y su hermano, Pedro Collor de Mello, describió la red de tráfico, contratos ilícitos y desvío de fondos que realizó Farías. Las calles se inundaron de protestas que exigían la renuncia del Presidente y la Cámara de Diputados aprobó iniciar un juicio político.

Tras 180 días alejado del cargo, en diciembre de 1992 Collor de Mello presentó su renuncia, un día antes de que el Senado lo destituyera. Su Vicepresidente, Itamar Franco, asumió el poder. El Senado lo inhabilitó de ejercer cualquier cargo público hasta 2000, pero el Tribunal Supremo lo absolvió de un juicio penal. En 2006 fue elegido senador por el Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB). En marzo de este año abandonó el conglomerado por oponerse al juicio político contra Rousseff.