AFINALES del siglo XIX el filósofo, historiador y químico norteamericano John William Draper y el diplomático e intelectual Andrew Dickson White acuñaron lo que hasta el día de hoy se conoce como la "Tesis de conflicto" para referirse a la clásica disputa entre ciencia y religión. Su caso más famoso es el que partió el 12 de abril de 1633 cuando Galileo Galilei compareció ante el Santo Oficio (la Inquisición romana) para defender su método de razonamiento inductivo y reafirmar que sí, la Tierra gira alrededor del Sol. Y en este siglo la tensión entre creyentes y ateos no ha decaído: lo más publicitado fue el fallo de 2010 que obliga a los colegios públicos del estado de Kansas a enseñar junto a la teoría darwiniana concepciones religiosas, como el "diseño inteligente".
Por eso no deja de llamar la atención que un ateo destaque a la religión como motor de invenciones (campo tradicionalmente vinculado a la ciencia). En el libro recién publicado An Atheist's History of Belief: Understanding Our Most Extraordinary Invention (Una historia atea de la creencia: comprendiendo nuestras más extraordinarias invenciones), el escritor Matthew Kneale indaga cómo la religión fue el pretexto de varias de las principales invenciones en la historia de la humanidad. Desde el comienzo de todo (hace 33 mil años con el inicio del arte figurativo) hasta la actualidad.
Y en un artículo publicado en The Telegraph, Kneale expone cuatro de los principales avances desarrollados en busca de Dios. Monjes, peregrinos, sacerdotes o fieles aparecen en la creación de la pólvora, la agricultura, la escritura y la imprenta.
Un nuevo paradigma
El primer descubrimiento vinculado a la religión se remonta al neolítico cuando aún no existían herramientas de metal o incluso alfarería. Específicamente, hay que mirar a las colinas de Karacadag, al sureste de Turquía. Estudios han revelado que en esa pequeña región están los ancestros más cercanos del trigo silvestre, el cereal más importante en la historia de Occidente, en una época en donde quienes poblaban la tierra eran cazadores recolectores que no habían desarrollado la agricultura y comían semillas o lo que cazaban.
Para entender por qué este alimento surgió ahí y no en otra parte hay que mirar 60 kilómetros al norte, hasta Gobekli Tepe, un complejo con megalitos y círculos de piedra que datan de hace 11.500 años (el doble de Stonehenge) y que es considerado el templo más antiguo del mundo. Kneale explica que los fieles asistían con bolsas de semillas para los dioses, que después replantaban produciendo, por casualidad, nuevas cepas de las que seleccionaban las más nutritivas y resistentes. Con éstas plantaban los campos de cultivo, alimentaban a las masas que visitaban el templo y, sin darse cuenta, inventaban la agricultura.
"Los animales eran guardianes del mundo espiritual. Los relieves de los pilares en forma de T ilustran ese otro mundo", dijo el arqueólogo alemán Klaus Schmidt, el primero en estudiar Gobekli Tepe, en la revista National Geographic. Este hallazgo cambió la manera de entender el origen de la región y la agricultura: siempre se pensó que la primera surgió producto de la segunda y ahora parece que el orden fue el inverso.
Las ofrendas a los dioses vuelven a aparecer 8 mil años más tarde con el segundo invento. Sucedió a la par con el surgimiento de las primeras ciudades del mundo en la cuenca del río Tigris y Eufrates, en lo que hoy es Iraq. El escritor británico explica que donde hay asentamientos humanos también hay religión. Y templos. A estos asistían los fieles a ofrendar cereales, animales y otros alimentos a los dioses. Estos tenían que ser almacenados y contabilizados en una tarea que corría por cuenta de los sacerdotes. La idea era que nadie pasara sin "pagar las cuentas".
Coincidentemente, los primeros sistemas de escritura en la historia de la humanidad surgieron en esta región del mundo a finales del siglo IV a.C. Estudios de la arqueóloga Denise Schmandt-Besserat revelan que se trataba de fichas de arcilla que representaban sonidos y son el primer antecedente del sistema de escritura sumerio original. ¿Para qué lo usaban? No para preservar historias locales ni literatura, su fin era contabilizar. Probablemente sumaban las ofrendas que llegaban a los templos, los grandes centros de almacenamiento de la época. Según el libro Historia de la escritura, de Steven Fischer, los primeros sistemas de escritura de distintas culturas siguieron la misma lógica, desde China hasta los mayas.
Inventaron la pólvora
La historia del origen de la pólvora está ligada a los seguidores del taoísmo religioso en China. Todo partió cuando el emperador Wu Di, de la dinastía Han (156 a 87 a.C.), financió a un grupo de alquimistas taoístas para que experimentaran con pociones especiales. ¿Qué buscaban? Maneras de extender la vida y alcanzar la inmortalidad. Así fue como, contradictoriamente, dieron con una de las formas más efectivas para terminarla.
Dentro de su experimentación, empezaron a ensayar con compuestos imperecederos, como el oro o el mercurio. Kneale cuenta que estos obviamente no funcionaron y causaron la muerte repentina y a temprana edad de varios emperadores jóvenes. Otros escritos de la época hablan de una combinación alternativa: salitre y azufre. Así provocaron muchos incendios (se trata de dos de los tres principales ingredientes, junto al carbón, de la pólvora). Por eso los alquimistas dejaron textos alertando sobre la peligrosidad de la mezcla, como el famoso Cantong qi, el primer libro sobre alquimia en China que lo menciona. Habría que esperar hasta el siglo VIII, durante la dinastía Song, para que la pólvora (huo yao en chino) nazca como tal siendo usada en fuegos artificiales y señales de bengala. En 1044 el académico Tseng Kung-Liang, en el libro Las técnicas militares más importantes, explica tres distintos diseños de bombas a base de pólvora dando inicio a su uso como arma.
El cuarto y último invento también lo hicieron religiosos en China: los budistas Mahayana. Ellos, como todos los budistas, creen que la reproducción de un texto sagrado es el tipo de acción que los acerca al nirvana (un estado de liberación espiritual y felicidad máxima en varias religiones orientales). Y mientras más copias reproducían, más cerca estaban de ese estado.
Para eso un grupo de budistas Mahayana inventó la impresión en su forma más primitiva: bloques de madera tallados a mano con ilustraciones. El primer libro impreso en la historia fue el Sutra de Diamante, estampado en China en el siglo VII. Un grupo de estos pergaminos fue hallado en El Bulguksa, un templo budista en Corea del Sur, confirmando que la imprenta, el mayor avance para la tecnología de la información en la historia, también hay que agradecérsela a religiosos.