No lejos de la Casa Rosada, en la calle Piedras, en Buenos Aires, está instalada la sede nacional de La Cámpora. Pero más que una oficina parece una bodega y un centro comunitario.
Las paredes están cubiertas con afiches de Néstor Kirchner y Cristina Fernández y por todos lados hay cajas que contienen volantes, afiches y panfletos. Desde ahí reparten propaganda oficialista y coordinan su participación en manifestaciones. De cualquier forma, el fuerte del trabajo de La Cámpora se hace en los barrios, en las provincias y en los centros universitarios. Inaugurada en septiembre de 2010, en la sede se realizan reuniones y suman nuevos adeptos, que llegan hasta ese lugar a través del boca a boca o de las redes sociales.
Sin embargo, la prensa no es del todo bienvenida: en una mezcla de temor y disciplina, los encargados del local aseguran que sólo los "responsables de la mesa" y la dirección nacional están autorizados para hablar con los medios.
A las seis de la tarde del domingo 23, cuando faltaban al menos tres horas para la entrega de los resultados electorales y por lo bajo dos horas más para que la Presidenta Cristina Fernández llegara hasta ahí para celebrar su triunfo, la céntrica Plaza de Mayo de Buenos Aires ya estaba sembrada de banderas de La Cámpora y poblada por un grupo cada vez más numeroso de jóvenes entusiastas de ese movimiento kirchnerista que no hacía mucho caso a la hora ni a las nubes amenazadoras.
Eran los mismos que habían hecho campaña por todo el país a favor de la mandataria y que habían copado el teatro Coliseo para el cierre de campaña de Cristina K, el miércoles anterior. Esa noche animaron con sus gritos y cantos el acto, e interrumpieron una y otra vez a la entonces presidenta-candidata, siempre con una alegría contagiosa que hasta algunos no tan jóvenes se subían a los asientos y gritaban como si estuvieran ante un partido de fútbol.
La Cámpora, el grupo juvenil kirchnerista que se dice heredero de la Juventud Peronista (de corriente izquierdista) de los 70, experimentó un crecimiento explosivo, precisamente hace un año, con la muerte de Néstor Kirchner, cuando cientos de jóvenes -posiblemente muchos de ellos que a comienzos de la década pasada propugnaron el "que se vayan todos"- llegaron hasta la Casa Rosada, tocaron el féretro con los restos del ex presidente y gritaron, una y otra vez: "¡Fuerza, Cristina!", la misma frase que después se transformaría en el lema de la campaña de reelección.
Emocionalmente motivados tras la muerte de Kirchner y por la imagen de la viuda-presidenta, muchos de esos jóvenes se acercaron hasta los núcleos de La Cámpora, especialmente en la provincia de Buenos Aires, para canalizar ese entusiasmo, según dijo a este diario un miembro del grupo. Y su fuerza se transformó en protagonista de la campaña, en conjunto con un enjambre de organizaciones peronistas que también cosechaban esa reciente fiebre por la "militancia", entre las que se cuentan Colina, el Movimiento Evita y la Juventud Sindical. Atrás quedaban esos días, en 2008, en que la agrupación se hizo conocida por ser punta de lanza del oficialismo en el conflicto del campo y en el enfrentamiento con el grupo Clarín.
Según la versión de La Cámpora, la agrupación surgió el 28 de diciembre de 2006, cuando el entonces Presidente Néstor Kirchner recibió a la familia de Héctor J. Cámpora, fallecido en 1980. En su opinión, el mandatario K había hecho justicia con la memoria del político que gobernó Argentina por 49 días, entre el 25 de mayo y el 13 de julio de 1973, únicamente con el objetivo de permitir el regreso de Juan Domingo Perón al país y al poder. "La Cámpora es la contracara de muchos dirigentes de hoy que tienen ataques de peronitis (de Perón) selectiva y de otros que traicionaron la voluntad popular a los meses de asumir", dice la pagina www.lacampora.org
Según el diario argentino La Nación, la idea de crear un grupo juvenil, en los barrios y con universitarios, fue del propio Kirchner, y su hijo Máximo, entonces esquivo con la política y ahora reconvertido en sombra de la presidenta, comenzó con el experimento en Río Gallegos. Kirchner hijo trabó amistad con Juan Cabandie, hijo de desaparecidos y a quien el Presidente K había conocido en un acto en 2004, gracias a quien se vinculó a jóvenes como Andrés Larroque, Eduardo de Pedro y Mariano Recalde, y la organización se expandió por toda Argentina.
De hecho, hoy en día ese núcleo sigue siendo la cabeza de La Cámpora, claro que ahora desde cargos en el Ejecutivo (como el control de Aerolíneas Argentinas) y con amplia llegada a la Quinta de Olivos (la residencia presidencial transandina). El grupo logró su gran recompensa cuando Cristina Fernández incorporó en posiciones privilegiadas a algunos de sus hombres y mujeres a la lista electoral del oficialista Frente para la Victoria. Gracias a eso (y para enojo de otros sectores), a partir de diciembre La Cámpora tendrá ocho diputados nacionales y ocho legisladores de la provincia de Buenos Aires.