Señor director:

No es fácil para los hospitales aumentar el número de camas sin caer en una costosa capacidad ociosa cuando la demanda desciende, pues no se trata sólo de habilitar el lecho de reposo, sino que incluye más personal, equipos, imágenes, laboratorio y otros. En los períodos de alta demanda el sector privado tiene un índice ocupacional menor, de modo que es posible comprarles camas.

La compra a privados comenzó a fines de la década pasada y ha sido una salida al cuello de botella, pero recibe críticas por costosa y porque en algunas oportunidades ha parecido poco trasparente. Es una opción cara para el Fisco (su precio promedio es $ 650.000 diario, con dispersión de $ 130.000 a $ 1.196.356) sobre todo en localidades donde la oferta es baja. En contraste, el costo de la cama hospitalaria va de $ 80.000 a $ 150.000.

La compra de camas integrales la licita Fonasa. El problema surge cuando las clínicas no disponen del cupo en el momento requerido, debiéndose recurrir de urgencia a camas más complejas y costosas.

El modelo debe perfeccionarse por la magnitud de los dineros fiscales requeridos (más de $ 20.000 millones anuales, según la Comisión de Salud del Senado). Podría ser más económico si se traslada primero a pacientes más estables, que no necesitan camas complejas, en lugar del enfermo comprometido que viene ingresando. Se puede elevar la ocupación en un 7% si se confirma a los pacientes agendados para operaciones, pues a veces no llegan a la cita, perdiéndose un día/cama. En ciudades donde la compra a privados es cara o no existe, podría aplicarse la hospitalización abreviada, en que el paciente se interna durante el período crítico y completa su mejoría en el hogar, bajo supervisión clínica.

Fernando Ruiz-Esquide E.