APARENTEMENTE, el cantante argentino Alberto Cortez; el poeta Rodolfo, de La Bohème, y un viejo romance de la Edad Media estaban equivocados: construir castillos en el aire podría no ser un imposible. Por lo menos hasta ahora es posible levantar bancos en la nube.

Y lo práctico del logro es que podría hacerse de manera rentable.

La semana pasada, Q2 Holdings, una compañía de Austin, Texas, se abrió exitosamente en Bolsa, al encontrar mercado en Nueva York para su modelo de negocios: el cloud banking o banca en la nube.

Más de US$ 500 millones, que es el valor bursátil alcanzado por la empresa, dicen que es posible. De hecho, aunque la compañía pretendía recaudar US$ 11 por acción, la demanda elevó la cotización a más de US 16 por cada título.

Lo que ofrece Q2 es posibilitar que aun bancos chicos, comunitarios, regionales o cooperativas de crédito puedan ofrecer servicios que, por lo elevado de los costos, sólo la banca de gran tamaño puede gestionar actualmente.

La computación en la nube engloba cualquier servicio por suscripción, remunerado según el uso que se le dé y que se suministra en tiempo real a través de internet.

Así, la banca en la nube consiste en proveer software como un servicio (lo que en jerga se conoce como SaaS (Software as a Service), de manera tal de poder armar un banco en internet que le permita al usuario realizar transacciones en cualquier lugar y momento, sin nada físico de por medio.

Hasta ahora, sólo los grandes bancos tienen los recursos para cubrir los costos y complejidades que implica ofrecer y mantener servicios como banca móvil o a través de internet.

La diferencia está en las plataformas. La que ofrece Q2 está en la nube; la de los grandes bancos tradicionales, no necesariamente.

"Muchos sistemas tradicionales de banca virtual se desarrollaron hace más de una década para satisfacer a un solo tipo de cliente o canal digital específico, como los servicios a través de voz", dice la compañía en su prospecto.

Tales sistemas pueden generar dificultades para los bancos chicos, agrega, "como mayores costos de implementación, mayores tiempos de salida al mercado, debido a la necesidad de integrar aplicaciones y canales digitales suministrados por distintos proveedores, y más tiempo para capacitar a clientes y personal interno en el uso de los distintos sistemas".

Las tecnologías de banca en la nube, en cambio, proveen soluciones bancarias personalizadas, que pueden funcionar intuitivamente, y que cautelan el interés de los cuentacorrentistas contra el fraude y el robo, dice Q2.

Esta empresa no es la única. Recientemente, la Universidad de Yale decidió que uno de sus programas de microfinanciamiento para emprendedores se realizará a través de Mambu, otra empresa capaz de procesar colocaciones y captaciones a través de un software instalado en la nube.

Con sede en Berlín, Mambu opera con bancos, cooperativas y organizaciones de microfinanzas en 30 países, incluidos Argentina y Brasil.

Lejos de la imagen popular del administrativo bancario formal y serio, los empleados de nCino van a la oficina en Wilmington, Carolina del Norte, en shorts y juegan taca-taca en sus ratos libres. Y ofrecen los mismos servicios que un banco tradicional, pero en la nube.

La compañía provee SaaS a instituciones como Coastal Bank & Trust, de Pensacola, Florida, o Community Bank, de DeWitt, Nueva York.

Argumenta que, con sus servicios, sus clientes han logrado reducir el tiempo de procesamiento de préstamos en 34%; aumentar el volumen de créditos en 19%, y reducir los costos operacionales en 17%. Esto conduce, dice, a mayor rentabilidad, aumentos de productividad y otras mejorías organizacionales.