En los 36 metros cuadrados en los que vive Solange, también viven ocho personas más. Tienen dos piezas y en una duerme ella con sus hijos; en la otra, su cuñada con su esposo y sus tres hijos deben acomodarse para pasar una noche lo más placentera posible.

Le faltan 150 mil pesos para postular a un subsidio del programa Puente, sin embargo éste cierra en marzo y no cree poder juntar el dinero, así que por mientras su única opción es seguir arrendando el departamento, porque tampoco puede comprarlo.

Es la historia de una de las 170 familias que componen la población de blocks de calle Ducaud, en San Bernardo, que está siendo intervenida por el voluntariado de verano de Un Techo para Chile. Lo mismo sucede en La Pintana, San José de Maipo y Rancagua,

Esta intervención consta de tres proyectos principales : cercar el perímetro de la población para aumentar la seguridad, crear espacios de recreación para los niños e instalar los muebles flexibles que fueron creados para optimizar el espacio dentro de un lugar reducido. Estos muebles están hechos totalmente de madera y fueron creados "porque las casas tienen distintos usos: durante el día se ocupan para trabajar y durante la noche para dormir, por lo tanto deben tener espacio disponible", afirma Francisco Domínguez, director de área de las cuadrillas que trabajan en San Bernardo.

"Los problemas ya no son por el agua o que se lluevan las casas, sino que son el hacinamiento, la segregación, por que están en áreas totalmente periféricas", asegura Domínguez. No exagera: para llegar a Ducaud desde el centro de Santiago se deben recorrer 18,5 kilómetros, casi dos horas de viaje en Transantiago.

Con este voluntariado no sólo se pretende mejorar las condiciones de vida y espacio de los pobladores, sino también "queremos que esa realidad que hoy está invisible se empiece a ver y conocer. La tarea está hoy en nuestras manos y somos nosotros, junto a las familias y todos los que se sumen, los responsables de que esta invisibilidad que nos indigna, termine", asegura Alexander Kliwadenko, director social de la institución.

Para Andrea Arévalo, presidenta de la Junta de Vecinos, los voluntarios fueron "ángeles caídos del cielo", pues justamente estaba buscando financiamiento municipal para arreglar los blocks de la población.

"Queremos pavimentar también, porque en invierno acá se llena de agua y barro y nos tenemos que dar toda la vuelta para salir a comprar. Ellos nos llenan de alegría los días", concluye Arévalo.