¿Cuál es tu segundo nombre? No tengo. Esta respuesta es cada vez más frecuente en los niños chilenos y da cuenta de un fenómeno creciente en la última década. Así lo reflejan las cifras del Registro Civil e Identificación que indican que si en 2000, 5.323 niños recibieron un nombre a diciembre de 2009 , la cifra ya supera los 7.600 y promete seguir aumentando.

Las razones: además de evitarse la ardua tarea de buscar dos nombres que se complementen bien, el rol del segundo nombre ha perdido protagonismo en nuestra sociedad por falta de utilidad práctica, lo que para Mónica Peña, sicóloga y coordinadora del Programa de Protagonismo Infantil y Juvenil de la U. Diego Portales, explica este fenómeno que se da con más fuerza en las clases medias y altas. "A eso se suma que en Chile el gran peso de la identificación está puesto en el apellido, el nombre sólo es un acompañamiento", destaca.

Sin embargo, también pesa en este cambio la pérdida de influencia de la religión y de la familia extendida. Si en Chile antes en el siglo XIX y hasta algunas décadas del XX no se cuestionaba el poner al niño el nombre del santo del día en que nacía, "la elección de los segundos nombres también se asociaba a aspectos religiosos, por lo que era común que en segundo lugar aparecieran nombres como del Carmen o María", dice Emilio Torres, sociólogo de la U. Central.

La familia también era referente, y el segundo nombre comúnmente aludía a parientes directos, especialmente a abuelos. "Hoy eso ha cambiado por la relevancia que ha tomado la familia nuclear y la irrupción de las familias monoparentales, que hace que ya no se considere como antes la opinión de la familia de origen (abuelos, hermanos, primos, etc.)".

El más importante

Christian Behm, director nacional del Registro Civil, señala que no hay límite legal sobre la cantidad de nombres con los que se puede inscribir a una persona, lo que rompe con el mito que indica que es obligatorio colocarles dos nombres a los hijos para evitar que éstos tengan problemas legales a futuro por llamarse igual que otras personas. Lo único que establece la ley 4.808 es que no puede bautizarse a un bebé con un nombre extravagante, ridículo o impropio que pueda generarle menoscabo. Un tema que toma relevancia cuando se tiene un solo nombre, explican los expertos (ver recuadro).

Sin embargo, los datos indican, explica Peña, que en este caso la opción está marcada por el uso de nombres antiguos que habían dejado de usarse, lo que al hacer, además, referencia a clases sociales acomodadas, se replican con facilidad.

A lo anterior se suma la idea de privilegiar la originalidad, "un aspecto que algunos padres hoy valoran mucho", dice Peña. Sin embargo, como la tendencia de un solo nombre ha aumentado y los nombres antiguos han comenzado a hacerse comunes, aparecen nombres nuevos o inventados u otros demasiado anticuados. Un tema que obliga a los padres a ser muy responsables con esa elección única, dice Rodrigo López, sicólogo de la U. Autónoma de Chile, pues el niño no podrá optar a ser nombrado por el segundo nombre si el primero le incomoda o avergüenza. "El nombre es nuestra particular carta de presentación al mundo y por lo mismo la persona debe sentirse identificada con él y gustarle".