Matar al padre como metáfora de abandonar el nido, de romper las trabas del pasado, de seguir un camino propio. Cristóbal Jodorowsky quiso toda su vida matar al padre. Y lo hizo, sin embargo, siguiendo los mismos pasos de su progenitor: Alejandro Jodorowsky. Como él, Cristóbal fijó su residencia entre Francia y México, estudió pantomima con Marcel Marceau, se volvió psicomago, terapeuta chamánico, actor y cineasta. Entonces fue libre. El 2001 fue el año crucial: dejó de llamarse Axel y comenzó a escribir un libro de poemas que le demoró más de 10 años y que hoy viene a presentar a Chile.
Cantos del que fui se lanza hoy en galería Local Arte Contemporáneo, ubicada en el barrio Italia, junto con la inauguración de una muestra con su obra plástica: Reflejo del cuerpo soñado, nueve óleos de gran formato donde mezcla símbolos religiosos y literarios en una estética pop y colorida.
"De niño, en México vivía escuchando de Lihn, de Teillier y Pablo de Rokha; tenía el mito de la poesía en Chile. Llegué a los 24 años, decidido a encontrar mi yo poético, y en los últimos 10 años vine constantemente, me encerraba en una habitación del hotel Baleares (en Plaza Italia) y escribía y pulía mis poemas; era mi rito", cuenta. "Mi adolescencia fue sufrida, sentía que debía liberarme del dolor del pasado, escribir este libro fue como una sanación espiritual", agrega.
Nacido en 1965, en México, Cristóbal es el segundo hijo de Jodorowsky, luego de Brontis y antes de Adán. La semana pasada todo el clan se reunió en Tocopilla, donde el padre está filmando La danza de la realidad, su película autobiográfica, "Es una experiencia fuerte y sanadora también. El recorre su vida, ahí en la ciudad donde nació, donde su padre era vendedor de calzones, una ciudad de brutos de la que debió liberarse", señala el artista, quien protagonizó, en 1989, Santa Sangre.
"Decir que Alejandro me influyó o no es más complejo que eso. El es mi padre, mi maestro y siempre hemos trabajado juntos. Somos cercanos, cómo no, fue con quien aprendí la psicomagia, y también se la apliqué. Nos sanamos juntos. No es que él me haya dado esto, yo elegí practicarlo por más de 20 años", asegura.
Así, heredó de Alejandro la lectura del tarot en el café parisino Le Temeraire y mantiene tres escuelas de genealogía, psicomagia y tarot en México, Colombia y España.
En paralelo, lleva la escritura y la pintura. En marzo expuso en Ciudad de México sus últimas obras, las mismas que hoy exhibe en Chile. "Son obras multiculturales. Hay un poco de pintura americana, de pop, está el colorido mexicano, el kitsch chino, la obsesión sexual japonesa. Hay símbolos, espiritualidad y tarot. Así es como percibo la realidad", remata.