Un hogar sin comodidades. Una pequeña casa sin cañerías, menos de agua potable. Un paisaje campestre rodeaba esas paredes húmedas de un territorio histórico. El pueblo de Stanislav, en Ucrania, tenía en sus registros haber sido una fortaleza hace ya varios siglos, para combatir a los tártaros venidos de Turquía y Europa Oriental.
Ayer, Svetlana Alexievich, recordó esas tierras donde nació, en 1948, cuando la llamaron desde Estocolmo a su hogar para informarle que era la autora Premio Nobel de Literatura 2015.
"Es una recompensa no sólo para mí, sino también para nuestra cultura, nuestro pequeño país", señaló Alexievich, de 67 años, desde su departamento de Minsk, capital de Bielorrusia, donde estaba planchando su ropa, antes de recibir la noticia que la convirtió en la mujer número 14 en obtener el premio más deseado de las letras del orbe.
"Ha inventado un nuevo género literario, supera el formato del periodismo, continuando lo que otros autores han contribuido a elaborar", dijo Sara Danius, la nueva secretaria de la Academia Sueca, sobre el trabajo de la narradora bielorrusa venida de una familia de profesores. "Durante los 30 ó 40 últimos años dedicó su tiempo a la cartografía del individuo soviético y postsoviético", agregó Danius, quien también le informó que recibirá 8 millones de coronas suecas (US$ 954 mil).
Ayer, la cadena de noticias BBC tituló: "La primera periodista que gana el Premio Nobel de Literatura", refiriéndose a la labor de Alexievich, quien estudió periodismo y en sus libros abordó hechos históricos a partir de testimonios. Una técnica que ella ha denominado como "Novela colectiva" o "Novela de voces", cuya base son las entrevistas, archivos y testimonios.
Sin embargo, hasta ayer Alexievich era más bien una autora desconocida en Latinoamérica. Sus títulos han sido mayormente publicados en ruso, alemán, francés e inglés. Recién en enero pasado, se editó en español Voces de Chernóbil: Crónica del futuro, por editorial DeBolsillo, del Grupo Penguin Random House, que ya avisó que tendrá ejemplares disponibles para la Feria Internacional del Libro de Santiago, a partir del 22 de este mes.
Voces de Chernóbil es su obra más celebrada. En sus páginas, 40 testimonios de sobrevivientes recrean el desastre nuclear en la planta de Chernóbil ocurrido el 26 de abril de 1986. "Terribles y grotescas, las historias se consolidan página tras página como los radionúclidos instalados en los cuerpos de los supervivientes", señaló el diario estadounidense The New York Times.
Michel Parfenov, su editor francés, describió ayer a Svetlana Alexievich como "una mujer normal, y al mismo tiempo representativa de la intelectualidad rusa. Está totalmente por fuera del sistema de poder actual", dijo de la autora que obtuvo el Premio Ryszard Kapuscinski en 2011. Dos años después, en Frankfurt, recibió el Premio de la Paz de los libreros alemanes.
Letras para el futuro
Si la obra del narrador francés Patrick Modiano, Premio Nobel 2014, alcanza los 30 libros, la obra de Alexievich es mínima. No supera los 10 títulos. En 1983 inaguró su carrera con La guerra no tiene rostro de mujer, que llegará a Chile a fin de año editado por el sello Debate.
El ejemplar recoge los testimonios de mujeres soviéticas que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Cerca de un millón de ellas formó parte del ejército o sirvió en diferentes labores.
"Es difícil ser una persona honesta, pero no hay que hacer concesiones ante el poder totalitario. Lograr este premio es algo grande. Pienso en los grandes autores rusos como Boris Pasternak", dijo ayer Alexievich, cuyo trabajo ha sido descrito como la elaboración de una "enciclopedia de la época soviética". Además, aprovechó de criticar a los líderes políticos de la región. "Respeto el mundo ruso de la literatura y la ciencia, pero no el de Stalin y Putin". También le envió un recado a Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia desde 1994, quien impide sus apariciones públicas. "Estará obligado a escucharme. Hay tantas personas cansadas que ya no tienen la fuerza de creer. El galardón puede significar algo para ellas", agregó.
Nacida en Ucrania, pero criada en Bielorrusia, Alexievich estudió periodismo en la Universidad de Minsk. Luego trabajó en varios periódicos y escuelas de la Provincia de Brest. Fue el escritor bielorruso Alés Adamóvich quien motivó a la periodista a que transformara sus relatos y voces ajenas en construcciones históricas que pudieran perdurar.
Su libro Zinky Boys (Los muchachos de zinc, 1989) reúne las voces de soldados, médicos y madres que estuvieron involucrados en la guerra de Afganistán en los 80, donde se refiere a la intervención soviética.
Mientras que en Cautivados por la muerte (1993) describe las vidas de aquellos que no pudieron sobrevivir a la idea de la caída del régimen soviético y se suicidaron. Un reflejo de parte de los argumentos que ayer señaló la Academia Sueca: "Sus escritos polifónicos son un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo".
El tiempo de segunda mano es su último libro. En él habla del "Homo sovieticus", que se distancia de la generación utópica y comunista. "Ahora vivimos en distintos Estados, hablamos en distintas lenguas, pero somos inconfundibles, nos reconocen en seguida. Todos nosotros somos hijos del socialismo", anota en el prólogo. "El mundo ha cambiado. Somos vecinos de la memoria", apunta.