rlando Ortega se toma la cara, mientras miles de espectadores en el Estadio Olímpico de Río le aplauden a rabiar. No entiende nada. Está al borde de quebrar en llantos, la emoción es tan grande que siente que el corazón se le escapará por la boca. De pronto se acerca al público en busca de una bandera, y la primera que cae es una cubana. Algo pasa, su cara se desencaja. Ortega en los Juegos pasados corrió por Cuba, porque es cubano. Sin embargo, ahora viste de rojo y gualda, los colores de España, porque ahora también es español. Y es cuando le llega esa bandera que vuelve a sonreír. Todo en microsegundos.

Horas antes, en el cuadrilátero del Riocentro, Lorenzo Sotomayor y Yasniel Toledo -también cubanos de origen- se enfrentaron en los cuartos de final del boxeo en peso wélter. Ganó Sotomayor. Ganó Azerbaiyán.

El éxodo de deportistas cubanos a otros países y federaciones es una práctica común desde hace años, pero que en estos Juegos se ha hecho más patente. Se quejan de la falta de oportunidades que existe en la isla, razón que obliga a mirar hacia otras banderas. "Si todavía estuviera en Cuba no habría venido a los Juegos. Estaría en las calles luchando para ganarme la vida y alimentar a mis dos hijos", dijo Sotomayor previo a Río.

Es la realidad que explican todos los deportistas y entrenadores que han nacido en Cuba, se han formado en Cuba, han competido por Cuba y ahora lo hacen por otras naciones. La falta de recursos obliga. Y una veintena de cubanos sólo en estos Juegos compiten bajo otra bandera a la que los vio nacer.

Julio Acosta, de hecho, levantó pesas por Chile, su país desde 2014. Yasmani Copello, en los 400 metros valla, ahora es turco; los discóbolos Frank Casañas y Lois Maikel Martínez son españoles; Frank Chamizo Márquez lucha por Italia, al igual que la velocista Yusneysi Santiusi (400 metros), Yadisleidis Pedroso (400 metros vallas) y el voleibolista Osmany Juantorena; la judoca Angélica Delgado representa a Estados Unidos o el handbolista Rafael Capote se luce en la multinacional selección de Qatar. Son ejemplos de la crisis deportiva que sufre la isla caribeña, y de la que muchos países se aprovechan, todos con mayor o menor posibilidad de medalla.

"Lo que está sucediendo es un reflejo de la crisis general del país. Cuba se ha empobrecido hasta límites más allá de lo que era soportable", explica para La Tercera Alcibíades Hidalgo, otrora ex embajador de Cuba en la ONU. Desde Miami, asegura que "en los gobiernos socialistas el deporte era sinónimo de excelencia, todos eran una fábrica de atletas, pero ahora eso no existe. El deporte ya no es prioridad y con esta situación, sencillamente los atletas emigran".

En Chile, el luchador grecorromano Yasmani Acosta respalda las palabras del ex colaborador del régimen. "Yo me vine porque en Cuba no tenía oportunidades para mí ni para mi familia, no había dinero. Creo que mientras el país no tenga contentos a sus atletas y le entreguen lo que merecen, esto seguirá ocurriendo", confiesa el deportista, que espera pronto luchar por Chile.

Daniel Leyva, plata en barras por los norteamericanos, es otra medalla que se les escapó a los isleños. Sus padres eran gimnastas cubanos y al poco tiempo de tenerlo emigraron a Estados Unidos. Ayer también avanzaron a la final de los 5.000 metros con Bernard Lagat, que hasta Atenas corría por Kenia.

La nacionalización es un argumento que en los últimos años ha tomado fuerza en el olimpismo. En estos Juegos, el caso de Bahrein es el que más ha llamado la atención. Hasta Londres, los del golfo pérsico no contaban con ninguna medalla y fue recién allí cuando sumaron su primero, hazaña de la etíope Maryam Yusuf Jamal, en los 1.500 metros.

En Río, ya suman dos medallas... Las dos obtenidas por atletas ex keniatas. Ruth Jebet logró el oro en los 3.000 obstáculos femenino, y Eunice Jepkirui Kirwa la plata en el maratón. Aprovechados en las amplias libertades del reglamento olímpico y de los conflictos étnicos y de corrupción de los países, han seducido a destacados deportistas engordando sus billeteras. Siete kenianos, tres nigerianos, cinco etíopes y dos jamaicanos, y cero bahreiníes conformaron en esta edición de los Juegos su delegación.

En Europa destaca el caso de Turquía, que en los pasados Juegos Europeos ganó ocho de sus 12 preseas con atletas que no nacieron en su territorio.

Si hubiese sido futbolista, Ortega no habría conquistado la plata por España: quien ha jugado por una selección, ya no puede hacerlo por otra aunque cambie de nacionalidad. Son las licencias que entregan los Juegos Olímpicos, donde brillan los atletas y deslumbran las banderas.