Mientras usted lee este artículo, un robot de US$ 2,5 mil millones lanzado en noviembre de 2011 desde cabo Cañaveral se encuentra a solo 600 mil kilómetros de la órbita marciana y a menos de 48 horas de que realice una de las maniobras más arriesgadas en la historia de la exploración de Marte.
Poco después de la una de la madrugada de este lunes, y tras recorrer más de 240 millones de kilómetros (algo así como dar la vuelta al mundo seis mil veces por la línea del Ecuador), dentro de una cápsula sometida a una radiación superior en 114% a la que impacta la atmósfera terrestre, el Mars Science Laboratory de la Nasa desacelerará de 21.243 km/h a cero en siete minutos para posarse en el cráter Gale (ver infografía).
El robot, apodado Curiosity tras un concurso ganado por una estudiante de 12 años, es cinco veces más pesado y dos veces más largo que los robots Spirit y Opportunity, enviados en 2003 por la agencia estadounidense y que arribaron al interior de grandes balones que impactaron directamente en el suelo marciano. El tamaño del nuevo robot impide repetir esta técnica, por lo que la Nasa elaboró un novedoso sistema: una vez que la fricción de la delgada atmósfera marciana reduzca su velocidad a 1.609 km/h, una mochila jet dotada con pequeños cohetes y tres robustas cuerdas de nailon, desde las cuales colgará el Curiosity, lo guiarán hasta posarlo suavemente en el polvoriento planeta rojo.
Si la nave logra su objetivo (el 50% de las 14 naves enviadas a la superficie marciana ha fracasado), desde la 1.31 a.m. del lunes iniciará 98 semanas de estudios que no solo prometen el análisis más detallado del planeta rojo, sino que también sentar las bases de futuros viajes tripulados.
En lo inmediato, el Curiosity intentará determinar de una vez por todas si hubo vida en Marte (de hecho, esta es la primera misión astrobiológica propiamente tal lanzada por la Nasa desde las sondas Viking que llegaron al planeta en los 70). Sin embargo, a largo plazo los análisis atmosféricos, de radiación y conformación del suelo podrían ser claves en el plan trazado por la Nasa de enviar astronautas a Marte en la década de 2030.
El programa fue presentado en 2010 por el Presidente Barack Obama e incluye tener en 2025 una nave que realice viajes interplanetarios. "Saber cómo actúa la radiación en el ambiente marciano permitirá a los científicos diseñar trajes espaciales y naves que resguarden a los astronautas. Un ciclo solar dura unos 11 años y la actividad varía dramáticamente en ese período; observaciones de largo aliento mejorarán nuestra capacidad de predecir como fluctúa esa radiación solar", dice a La Tercera Michael Mischna, geofísico del Laboratorio de Propulsión Jet de la Nasa y miembro del equipo Curiosity.
El factor radiación
La radiación es una de las principales amenazas de los viajes espaciales. Hasta ahora los únicos humanos expuestos en el espacio más profundo a altas dosis de rayos cósmicos (partículas subatómicas que viajan casi a la velocidad de la luz) son los 24 astronautas del programa Apolo que llegaron a la Luna, lo que ha limitado los estudios de sus efectos. Sin embargo, un reciente informe de la Federación de Aviación de Estados Unidos y la U. de Arizona del Norte calculó que la radiación recibida en un viaje ida y vuelta y en una estadía de un año en Marte bastaría para matar de cáncer a uno de cada 10 astronautas.
Por eso el Curiosity cuenta con el RAD, un instrumento que operará de forma continua gracias al motor nuclear del robot. ¿Su misión? Monitorear día y noche el bombardeo de rayos cósmicos, neutrones y otras partículas que pueden afectar a un organismo. Para evaluar los riesgos de la exposición en un viaje tripulado, el aparato fue encendido durante el viaje a Marte y en enero registró cómo la mayor tormenta solar desde 2005 impactaba al vehículo y la cápsula que lo transporta.
Los datos recogidos podrían ser vitales, ya que incluso los supercomputadores no logran calcular qué pasa cuando rayos cósmicos de alta energía golpean el casco de una nave. Sobre los efectos en Marte, Don Hassler, del Instituto Southwest Research e investigador a cargo del RAD, señala a La Tercera que el factor clave es la atmósfera. "La Tierra tiene un campo magnético global llamado magnetósfera que genera un escudo contra los rayos cósmicos y partículas solares. Marte no tiene esta protección; la perdió hace miles de millones de años y por eso está más expuesto. Su atmósfera tiene el 1% del grosor de su par terrestre, por lo que provee una protección mucho menor ", indica.
Los efectos, agrega, podrían ser devastadores para humanos y equipos electrónicos: "La radiación puede afectar a los astronautas a nivel celular, dañando su ADN, causando cáncer o cataratas. En computadores, puede hacer que fallen inesperadamente".
Las tormentas marcianas
Otro de los fines del Curiosity es detallar la composición del suelo marciano, taladrando rocas y estudiando su composición. Sus instrumentos determinarán la profundidad que tiene la arena que compone la superficie (conocimiento esencial para un aterrizaje suave o abrupto) y analizarán el efecto en humanos y vehículos que tendrían las tormentas de arena a escala global que se dan en Marte.
Nadie sabe cómo se generan estas tormentas, pero usualmente surgen en la cuenca Hellas (una de las zonas más bajas de la superficie marciana) y suelen cubrir más de la mitad del planeta (en 2001, una tormenta cubrió todo Marte por meses). Además, logran que la temperatura atmosférica suba en más de 30° C y generan vientos de 160 km/h.
"El equipo de meteorología REMS entregará excelentes datos sobre dirección y velocidad del viento, presión y temperatura, ayudándonos a entender la circulación atmosférica de tormentas que requerirán que los astronautas se refugien, ya que podrían interferir en instrumentos y trajes", explica a La Tercera Doug McCuistion, director del programa de exploración de Marte en la Nasa. Sobre la toxicidad del suelo, dice McCuistion, el minilaboratorio en el interior del Curiosity analizará fragmentos de roca en busca de materiales peligrosos. Esto porque el color rojizo de Marte se debe al óxido de hierro: se sospecha que la alta concentración de este material podría destruir compuestos orgánicos como piel humana.
Rastreando el oxígeno y el agua
Los datos atmosféricos también permitirían establecer si el oxígeno y el agua se pueden extraer del hielo bajo la superficie o la atmósfera. Mischna explica que "gran parte de la atmósfera marciana está formada por dióxido de carbono; si a futuro logramos convertirlo en oxígeno, tendríamos una fuente disponible para los astronautas".
El agua casi no existe en la atmósfera: si se condensara todo el vapor de agua en una columna, esta sería más delgada que un cabello humano. Sin embargo, dice Mischna, el agua puede estar atrapada en algunos minerales detectables por el Curiosity: "Aunque en el cráter Gale no hay indicios de hielo bajo la superficie, hay clara evidencia de que alguna vez fluyó en esa zona. El Curiosity nos dirá la historia de dónde vino y hacia dónde fue".