Probablemente, si a la abuelita Eliana, la estrella de la versión nacional de MasterChef, le hablan de Curry, pensará inmediatamente en el condimento originario de la India, compuesto por una mezcla de polvo de diversas especias, que aportan sazón y picor a las comidas. Ni se imaginará La Naná que hay un basquetbolista que revoluciona Oakland y sus alrededores, convirtiendo a los Golden State Warriors en el mejor equipo de la temporada de la NBA, liderados por un conductor que acaba de ganar, con autoridad, el premio a Jugador Más Valioso.

Dicen que es muy bajo. Otros, que es débil físicamente. Se ve pequeño en medio de los gigantes. Frágil, en resumen.

Pero Stephen Curry hace todo, y lo hace bien.

Lanza, y mete mucho, y con buenos porcentajes. La pasa con una visión de campo envidiable, que lo hacen un gran asistente. Maneja los ritmos. Y es líder. Más no se puede pedir a un base. Menos si es el director de orquesta en cancha del mejor quinteto del año.

Curry, con sus 27 años, sus 191 centímetros de estatura y sus seis temporadas en la NBA, está en su mejor momento. Los números lo demuestran. Promedió 23,8 puntos, 7,7 asistencias, 4,3 rebotes y dos robos por encuentro, jugando 32,7 minutos de media, en los 80 partidos (de 82 posibles) que disputó en fase regular. Es, ahora, junto a Magic Johnson, el segundo base que consigue ser el líder anotador de un equipo que alcanzó 65 o más victorias y también ganó el premio de MVP.

Nacido en Akron, Ohio, como LeBron James, creció en Charlotte, Carolina del Norte, mientras su padre, Dell, defendía a los Hornets. Estudió en una universidad no muy conocida, sin beca, algo curioso para un tipo de su talento. Y llegó a la NBA, donde haciendo dupla con Klay Thompson (también hijo de ex jugador, Mychel, de los Lakers) hacen un tándem goleador inmisericorde, que bate récords, ganándose el apodo de Splash Brothers.

Ahora, con 130 votos y 1.198 puntos, superó por amplio margen a James Harden, la estrella de los Houston Rockets. Curry, el bajito y frágil, suma elogios gracias a la calidad que le da vida y sazón a unos Warriors que, hasta hace poco, sólo eran comparsa. Ahora sueñan con el anillo de campeones de la mano de su líder.