Noventa y nueve tomas se demoró David Fincher en registrar la primera escena de Red social, su última película que se estrenó en salas locales el jueves. Y no es su récord. Recientemente, el realizador confesó que ha llegado a repetir la misma secuencia 107 veces en busca de la imagen precisa, esa que diga exactamente lo que él quiere decir.
Y es que el control total, tanto de lo que ocurre tras las cámaras como lo que se ve en pantalla es una de las obsesiones que definen su obra, que incluye sólo ocho cintas en 18 años de carrera. "En las películas, esculpimos comportamiento, esculpimos el tiempo, esculpimos la luz. La audiencia sólo ve lo que le mostramos y yo controlo todo lo que ven y oyen. Mi esperanza es que eso se traduzca en emoción", dijo el director a la revista Esquire. Y la productora de Zodíaco (2007), Laura Ziskin, contó en esa ocasión sobre el sistema de Fincher: "Está lo que él considera correcto y casi nada más. Si tienes una opinión distinta, él escuchará educadamente y luego te dirá cuán equivocado estás".
Pero Fincher no sólo es conocido por la numerosa cantidad de tomas que realiza de las escenas, sino que también por su apego casi religioso a los guiones y a intentar que todos los detalles sean correctos. "Mi punto es que todo lo que ponemos en pantalla va a ser estudiado y discutido de alguna manera. Entonces nos corresponde que, si vamos a poner algo de utilería al lado de alguien y vamos a pasar tres páginas de diálogos con eso, ese pedazo de utilería sea muy importante", explicó el director. Y agregó: "Entonces necesitamos asegurarnos de que ese objeto no esté diciendo algo que no queremos que diga o perjudicando de alguna manera a la escena".
Y esa necesidad se extiende a sus personajes. Porque otro de los temas recurrentes a la hora de hablar de Fincher es su predilección por los personajes obsesivos. Desde el anónimo asesino de Los siete pecados capítales, hasta el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, de Red social, pasando por el caricaturista de Jake Gyllenhaal en Zodíaco, su filmografía está llena de personajes consumidos por sus obsesiones y la alienación que sufren por ello. Incluso, en una de sus cintas menos personales, como La habitación del pánico, el tema está presente. "Por más que la gente aparente y diga 'yo encajo, entiendo todo, me sé las reglas del juego', siempre hay momentos en los que te ves forzado a admitir 'pensé que sabía..., parecía tan claro en ese momento y luego... Ese sentido de la soledad, de no encajar, de estar hasta el cuello es probablemente el denominador común", dijo Fincher sobre la condición humana y aparentemente él salió a explorar sus extremos.
Por eso no extraña que otro de los puntos de encuentro de su trabajo sea la oscuridad, tanto literal como metafórica. "El entretenimiento tiene que venir de la mano con un poco de medicina. Alguna gente va a las películas para que le recuerden que todo está bien. Yo no hago ese tipo de filmes. Eso, para mí, es una mentira. No todo está bien", ha explicado el realizador. Y viendo sus cintas queda claro: en Zodíaco, su protagonista pierde todo persiguiendo su obsesión. El romance de El curioso caso de Benjamin Button está condenado desde un principio. Y también ha hablado de su preferencia por filmar con poca luz y sus obras lo reflejan: tanto en Los siete pecados capitales como en El club de la pelea reinan las escenas lúgubres.
Además, los créditos iniciales son otra de sus cartas de presentación. En los de El club de la pelea gastó US$ 800 mil y para Red social hizo comenzar el diálogo desde que aparece al logo del estudio. Para él la respuesta es simple: quiere capturar la atención del espectador desde el primer segundo. Puro control.