Al cotizado David Hockney, veterano pionero del arte pop, siempre le ha interesado experimentar con formatos diversos, pero su actitud ante las posibilidades que abre la era digital tiene todos los visos de rendición incondicional. El artista británico está realizando sus últimos trabajos directamente sobre la pantalla del computador, convencido de que no sólo puede reproducir fielmente el aspecto tradicional de las pinturas, sino incluso obtener efectos más sutiles. En otras palabras, a sus 71 años, Hockney ha decidido sustituir el pincel por el pixel.

El mismo reconoce que otros colegas ya han recurrido al software electrónico para ejecutar sus obras, pero subraya que hasta hace muy poco esas creaciones delataban de inmediato el medio artificial utilizado. "Sólo desde el último año tenemos computadores lo suficientemente rápidos como para seguir el pulso del dibujante", declara sobre "un nuevo medio que se ha revelado fantástico". Armado con un punzón y trabajando sobre una tabla electrónica conectada al computador, Hockney plasma ese entusiasmo en una serie de retratos y de paisajes de la campiña de Yorkshire, donde tiene su residencia, que la galería londinense Annely Juda Fine Art expone por primera vez en Europa (hasta el 11 de julio).

El propósito de estas obras digitales es imprimirlas en ediciones limitadas, de un máximo de 25 ejemplares, cuyos precios oscilarán entre siete mil y 20.000 libras. Se trata de cantidades muy alejadas de las cifras millonarias que se pagan por la producción "tradicional" de Hockney, cuyo récord lo alcanzó justamente ayer: en Christie's, Beverly Hills housewife (1966-67) se subastó en 7,9 millones de dólares.

Cuando el artista se vuelca en el computador, explica Hockney, su trabajo "pierde en textura física, pero gana velocidad al aplicar el color, porque cambiar los pinceles con la mano requiere su tiempo". El software Adobe Photoshop, versión lanzada el pasado septiembre, le ha procurado esa agilidad, antes imposible: "Los antiguos computadores no podían seguir mi trazo: acababa de pintar y la línea de la pantalla seguía moviéndose".

El nuevo juguete de Hockney ha convencido al experto Hans Ulrich Obrist, codirector de la galería londinense Serpentine, quien considera muy difícil detectar el uso de las herramientas digitales en la nueva producción del artista. Otros críticos, sin embargo, consideran ese método una suerte de trampa, que permite a cualquier pintor corregir los detalles más allá de su propio talento.