Las diferencias son significativas. Ana Karenina, el clásico literario de León Tolstoi, tiene 13 adaptaciones cinematográficas, incluyendo una que transcurre en Egipto, en los años 50, y otra en La Habana, en los 70. El gran Gatsby, en cambio, sólo acumula cuatro versiones y una de ellas, la de 1926, se perdió. Dicen los expertos que era la más fiel al original, pero de la que se acuerda el público es la que en 1974 protagonizaron Robert Redford y Mia Farrow. Tuvo guión de Francis Ford Coppola y ganó dos premios Oscar. Fue una costosa superproducción, que de vez en cuando asoma en la televisión por cable, en los canales del recuerdo fílmico.

Ambas novelas llegan entonces al 2012 con diferentes varas de comparación: la película del inglés Joe Wright, con Keira Knightley en el rol de la aristócrata rusa, tuvo antes a predecesoras con los nombres de Vivien Leigh y Greta Garbo en sus créditos. La del australiano Baz Luhrmann sólo compite más o menos con el citado trabajo de Jack Clayton. Pero sobre las dos hay altas expectativas: Ana Karenina, porque es un filme histórico de proporciones, y El gran Gatsby, porque fue vestido de toda la estética barroca que Luhrmann ya le dio a Moulin Rouge!

Septiembre será el mes en que los dos largometrajes se vean las caras y, hasta el momento, El gran Gatsby se proyecta como número fijo en el Festival de Venecia. Por otro lado, la cinta de Joe Wright llegará en ese mes a Irlanda y Gran Bretaña. Luego vendrán los estrenos en EE.UU., y entre fin de año y principios del 2013 están programadas para llegar a Chile. De más está decir que son filmes que por actores y directores entrarán en la carrera por el Oscar.

Con un costo de 125 millones de dólares y haciendo uso de la técnica del 3D, El gran Gatsby es un trabajo que viene envuelto en el papel de la suntuosidad y las luces. Es casi un regalo navideño, donde, además, el director Baz Luhrmann recurre a los servicios actorales de Leonardo DiCaprio, a quien vio saltar a la fama en Romeo+Julieta, también dirigida por él. La historia, ambientada en los años 20, es la de un joven que se hizo millonario de forma misteriosa (Leonardo DiCaprio) y que se liga sentimentalmente con una chica de la alta sociedad neoyorquina (Carey Mulligan). Todo, eso sí, pasado por el prisma de Luhrmann, con coreografías, neón, canciones pop y exceso de maquillaje.

En otro campo de juego se desenvuelve la Ana Karenina de Joe Wright. De acuerdo a las primeras sinopsis, el largometraje es pura fidelidad a la gran tragedia romántica rusa del siglo XIX. La trama, se sabe, es la de la aristócrata Ana (Keira Knightley), quien abraza la causa del adulterio al engañar a su esposo (Jude Law) para ir a parar a brazos del conde Vronsky (Aaron Taylor-Johnson).

Las dos películas son, en cualquier caso, la parte más visible de un cuerpo con muchas más adaptaciones: también se estrenarán Los miserables, basado en la obra de Víctor Hugo, y El mago de Oz, inspirado en la narración de L. Frank Baum (ver recuadro).