Son las 8.30 de la mañana del domingo y el grupo se dispone a correr. No es una corrida matinal ordinaria. Dos horas antes hemos llegado a Papudo y la mayoría de los 10 que somos parte del equipo llevamos 26 horas despiertos. Venimos desde La Ligua, Cabildo y Putaendo. Y antes de todo eso estuvimos en la frontera con Argentina. Desde ahí vinimos trotando. Cada uno lo hace por 10 o 12 kilómetros y luego cedemos el turno a otro. Viajamos en una apretada van de día, noche y madrugada en dirección del mar, recogiendo a uno de nosotros, exhausto, y dejando a otra para que complete su propio desafío.

Desde el sábado estamos corriendo el Cruce de Chile, una carrera que organiza Nike y que empieza en Portillo y termina, después de 315 kilómetros, en Viña del Mar. Una vez anduve 400 kilómetros en bicicleta por Argentina. Pero estos son 315 a pie. Una aventura completamente distinta.

En Papudo, a las 8.30, estamos empezando el último tercio de la prueba. Algunos no han dormido y yo me siento feliz con los 50 minutos de sueño que me conseguí en una colchoneta, después de 13 kilómetros corriendo cuesta arriba en un cerro bajo el sol sofocante y otros 11 kilómetros a la 1.30 de la madrugada hasta La Vega, en la Quinta Región.

Hubo varios desmayos en el día, pero es refrescante saber que hay al menos otras 239 personas que gozan con la aventura, la naturaleza y el contacto con sus propias fortalezas y debilidades, pese a los costos.

"Bueno, una experiencia más...", me dijo uno de los desmayados, comentando más tarde cómo el calor lo botó mientras corría. Para su lamento, debido a que fue relevado por uno de sus compañeros, perdió la posibilidad de volver a correr en este desafío. Pero en su preparación para la versión de 2012 esto sólo lo fortalecerá.

Somos 10 desconocidos muy distintos -ocho corredores, doctora y masajista- pero terminamos formando un equipo para un deporte esencialmente solitario. Roberto Echeverría, la carta de Chile en maratón para Londres 2012 y que ya estuvo en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, es el capitán de la escuadra y un tremendo inspirador.

No somos profesionales como él, pero en entusiasmo y cohesión parecemos de los mejores, comenta la doctora, que día y noche ha visitado varios de los vehículos con gente en competencia.

Después de Papudo correremos otras ocho horas hasta las 16.30. Ya casi no podemos movernos. Algunos seguimos competitivos, otros no tanto, mientras que hay personajes que ya no pueden más. Pero aunque todos quedamos sin piernas y sin más sudor que transpirar, nos fuimos con nuevos afectos y admiraciones, y con la satisfacción de que lo pusimos todo y cruzamos Chile.