IMPOTENCIA. Eso definía los cinco minutos antes de enfrentar un ejercicio con nota en la pizarra. Impotencia sumada al miedo y frustración colegial de no entender cómo despejar una equis o dividir entre fracciones. Operaciones fáciles, por lo demás, pero que para los que temen y temían a las matemáticas, son equivalentes al más terrible de los exámenes médicos. Hoy sabemos que no habría sido nada de exagerado describir la escena como una tortura. Porque ahora, gracias a un reciente estudio de la Universidad de Chicago, sabemos que algunas personas pueden llegar a ponerse tan ansiosas antes de tener que resolver un ejercicio matemático, que sus cerebros experimentan una reacción similar a la que produce el dolor de una quemadura en la piel.

Algo raro e intimidante nos producen las matemáticas. Tanto, que especialistas en todo el mundo y sobre todo en el Departamento de Sicología de la U. de Chicago, llevan años investigando por qué este camo es tan diferente y concentra nuestra aversión. Ya han llegado a resultados: la naturaleza abstracta de las operaciones es esencial , pero también el prejuicio asociado.

En el citado experimento, los investigadores midieron la actividad cerebral de 28 adultos, 14 con una alta ansiedad hacia las matemáticas y otros 14 que no se preocupaban mayormente del tema. A cada uno se le dio una serie de ejercicios, que debían resolver mientras sus cerebros eran escaneados. Cuando el primer grupo estaba a punto de enfrentar un problema matemático, sus ínsulas dorso-posteriores y cortezas cinguladas (aquellas partes del cerebro que perciben el dolor y las amenazas físicas) reaccionaban tal como si estas personas estuvieran experimentando un dolor semejante al de una quemadura de piel. Nada de esto ocurría en el segundo grupo.

"Las matemáticas no dañan a nadie, no hay nada en una hoja de papel que pueda hacernos daño. Se trata de una interpretación puramente sicológica", dice a Tendencias, Ian Lyons, uno de los autores del estudio. Porque curiosamente, uno de los hallazgos más importantes de este estudio es que esta sensación semejante al dolor físico no se produce, como pudiera pensarse, cuando la persona se encuentra en pleno proceso de resolución de los ejercicios, sino en el momento previo. ¿La razón? Cuando trabajamos en una operación matemática no hay mucho tiempo para dedicarlo a pensar en lo que nos produce, a diferencia del momento previo, cuando nuestra imaginación queda libre a la ansiedad y a la visualización de los peores escenarios.

¿Qué tienen las matemáticas que nos asustan e incomodan tanto? ¿Por qué una persona es capaz de confesar sin ninguna vergüenza su nula aptitud en esta área, pero jamás se atrevería a admitir que le cuesta mucho leer o escribir?

A diferencia del resto de las áreas del conocimiento, la mecánica de esta ciencia se aleja de nuestra forma concreta de vivir y se enfoca con mucha fuerza en el pensamiento abstracto, es decir, en la relación lógica de elementos que no existen en la realidad, como números y símbolos. El problema está en que desde nuestra vida diaria hasta el estudio de la Historia o la Química, todo tiene una base material, que, por práctica, nos parece mucho más familiar. Nada de eso ocurre con la abstracción matemática, que nos parece lejana y que, por lo mismo, requiere de un entrenamiento especial que sólo aquellos más interesados desarrollan.

El doctor Mark Ashcraft, director del Departamento de Sicología de la Universidad de Nevada, en Las Vegas, dice a Tendencias que por eso privilegiamos otras áreas, como el lenguaje, que se parecen mucho más a nuestra vida cotidiana. "Este usualmente trata de objetos concretos, personas y acciones. Puedes imaginar una situación descrita como 'Bill vio a su viejo amigo Mike sentado en la mesa'. Pero es difícil imaginarse la situación descrita como '4x - 3 = y. Despeje la x'. A esta dificultad se suma lo unívoco de la lógica matemática: a diferencia de otras áreas como la escritura, en las matemáticas no hay interpretaciones, sino sólo una respuesta para cada problema, sin medias tintas.

Pero también está el tema de los estereotipos. Porque son pocos los que desarrollan el pensamiento abtracto necesario para dominar las matemáticas (algo que todos lograríamos con suficiente práctica), se ha popularizado una relación incierta. Según Gerardo Ramírez, sicólogo de la U. de Chicago, nos hemos acostumbrado a creer que las matemáticas son inherentemente difíciles y que hay personas que son naturalmente talentosas en esta materia y que sólo ellas pueden resolver los ejercicios. "Los demás no tenemos siquiera que acercarnos, ya que la cultura occidental ha impuesto que sólo la gente muy inteligente las comprende", comenta el especialista a Tendencias.

Esto les ocurre incluso a los niños más chicos, dice: "Los niños aprenden esas actitudes y cuando tienen dificultades con las matemáticas, comienzan a pensar que es normal, que todo el mundo tiene problemas con las matemáticas y que está bien que les vaya mal".

Otro estereotipo popular, explica a Tendencias Erin Maloney, una investigadora abocada hace años a este tema, es el que dicta que los hombres son mejores en matemáticas, lo que vuelve muy ansiosas a las mujeres y las hace dudar de las posibilidades de su desempeño. Pero los estudios ya han demostrado que la supuesta supremacía de los hombres en este ámbito se diluye en los países con mayor igualdad de género.

Sin embargo, no todo está perdido. Ian Lyons señala que si bien esta aversión matemática está bien extendida en la población, no hay una razón concreta o evolutiva que la explique y que todo depende de la experiencia de cada uno con los números. Por eso, ya se han encontrado algunas alternativas para enfrentar la ansiedad. Ramírez, por ejemplo, ha probado que sólo 10 minutos de escritura expresiva (o sea, sobre los sentimientos de cada uno) antes de una prueba de matemáticas ayuda a que los niños se desempeñen mejor en los tests, ya que esto elimina una buena parte de su ansiedad y libera sus capacidades cognitivas para ocuparlas en los ejercicios.