El pantalón sube, con mucho esfuerzo, pero sube. Lo complicado es el botón. Y ahí empiezan las estrategias: ponerse de punta de pie, hundir la guata y aguantar la respiración o sentarse en la silla del probador e inclinarse ligeramente hacia atrás, para que el pantalón entre. Y ahí frente al espejo, sola, más de alguna mujer se dio cuenta de que subió una talla. Resignadas, muchas lo dejan de lado, aclarándole a la vendedora que no lo llevan porque "no me gustó como me queda", porque antes muerta que aceptar que el maldito botón nunca alcanzó a entrar en el ojal.
El aumento de talla y de peso es un tema que muchas mujeres prefieren omitir. Incluso, si no tienen escapatoria, mienten.
En una encuesta realizada en Gran Bretaña a 2.000 mujeres, dos tercios de las entrevistadas mintieron alguna vez sobre su verdadero peso. En promedio, a sus amigas y familiares le decían que pesaban cuatro kilos menos de lo que realmente indicaba la balanza. Es más: una de cada cinco dijo que pesaban seis kilos menos.
En Chile pasa lo mismo. Según la nutricionista de Clínica Santa María Bernardita Vignola, ya cuando estudiaba en la universidad le advertían sus profesores que ellas suelen bajarse dos kilos y aumentar dos centímetros de estatura. Incluso cuenta que, en promedio, las mujeres en la consulta dicen pesar entre tres y cinco kilos menos. Según la encuesta, la situación es tan presente, que el 16,6% de las participantes reconoció haber indicado un peso distinto al suyo en las máquinas del gimnasio.
Y como siempre, después de tanta mentira, las personas terminan creyendo. Y así fue en la encuesta, donde el 25% se confundió sobre su verdadero peso y declaró haber comprado ropa de tallas que no eran para ellas. "Me ha pasado con mujeres que creen que pesan 'x' y cuando las peso, hay varios kilos por sobre lo que dijeron. Ahí se sorprenden y dicen que no saben cómo subieron", cuenta Vignola.
Lo cierto es que la mayoría de las mujeres en la encuesta querían tener entre 50 y 57 kilos. Aquí en Chile, según la nutricionista, las mujeres quieren estar siempre en un rango similar: de 50 a 60 kilos. "Se avergüenzan del peso. Es por el prejuicio. Quieren parecerse al estereotipo europeo. Al decir que son más flacas, lo hacen para llamar la atención. Porque se cree que cuanto más flaca, más estatus. Además, el autoengañarse y no reconocer el sobrepeso hace que pensemos menos en el problema", agrega.
Por eso, quizás, el 20% de las mujeres encuestadas se quitó dos tallas. También reconocieron mentir en la talla de sostén, de zapatos y en la altura: el 10% de ellas en algún minuto dijo medir más de su real estatura. "Dos centímetros más y unos dos kilos menos, pueden variar el cálculo nutricional. Si una persona no pone los cinco kilos demás, le puede aparecer un estado nutricional normal, cuando en realidad es sobrepeso", dice Vignoli.
Y en su preocupación por ocultar los kilos, las mujeres incluso tienden a hacer desaparecer las evidencias de la realidad: el 17% de las encuestadas dijo que arrancaban las etiquetas de la ropa. Porque, como sea, siempre es mejor sembrar la duda que admitir una "L" o peor, una "XL".