En 2013 el artículo más compartido por correo electrónico del New York Times no fue el de la bomba en la Maratón de Boston, ni las revelaciones de Edward Snowden sobre la NSA, ni le elección del nuevo Papa. Fue un test basado en una investigación de Harvard que determinaba de qué zona proviene una persona según su forma de hablar.

Después, a principios de 2014, la revista Time lanzó un cuestionario de 12 preguntas que predecía la tendencia política del que contestaba, y a las 24  horas de su publicación ya tenía 17 mil respuestas. Hasta el Pew Research Center, el importante centro de estudios norteamericano, diseñó un test para que los usuarios supieran “qué tan Millennial” son. Y por supuesto el popular sitio web BuzzFeed consiguió que su cuestionario “¿En qué ciudad deberías realmente vivir?”  tenga más de 21 millones de visitas desde su publicación en enero del año pasado.

El interés de las personas por este tipo de pruebas no es nuevo. Pero si hace algunos años atrás sólo se les encontraba en las revistas femeninas estilo Cosmopolitan o Tú, ahora están en todos lados. La web se ha llenado de ellos, desde los más serios, a otros francamente absurdos. La pregunta es qué hay detrás de la fascinación.

Cuéntame de ti

¿Por qué necesitamos que un test nos diga qué tan neuróticos o amistosos somos? ¿O cuánto nos parecemos a Harry Potter? ¿O que nuestra ortografía es buena? Según David Condon, del Personality-Project, un sitio web creado por el laboratorio de Personalidad, motivación y cognición de la Universidad de Northwestern, una razón importante es la necesidad de compararse con otros y tener un “marco de referencia” respecto de nuestro comportamiento. “Las personas quieren entenderse mejor a sí mismas y, más importante aún, quieren saber cómo se diferencian o se parecen a los demás. Tenemos claro que todos somos distintos, pero los tests nos dan un marco para evaluar estas diferencias”, explica el doctor en sicología. Por eso el centro donde trabaja también tiene un test (disponible en sapa-project.org), a través del cual confirmé que comparada con las 275 mil personas que han participado, y considerando mi edad y género, soy más introvertida que extrovertida. Uno de mis nichos, dice el resultado, serían los calladitos.

Este tipo de ejercicios, dice el sicólogo Peter Gollwitzer, de NYU, nos pueden ayudar a conseguir ciertas “metas de identidad”. Como un joven que ansía ser deportista profesional y un test le confirma que es determinado y competitivo. De esa forma él siente que está obteniendo una información más precisa sobre sí mismo, aunque ya esté decidido a dedicarse al deporte. En el fondo, lo que disfrutamos de los test es que reafirman nuestra identidad. “No es de extrañar que las personas muestren una preferencia por las evaluaciones que confirman sus propios puntos de vista”, afirma el profesor William Swann, de la Universidad de Texas.

Tanto así que, los expertos explican, preferimos que los demás nos vean como nosotros nos vemos, incluso si eso significa mostrar aspectos negativos (como por ejemplo, que soy desordenado o flojo), lo que puede transformarse en un arma de doble filo. Por ejemplo, un adolescente de 16 años al que un test le dice que es impulsivo (¿quién a esa edad no lo es?). Esa información podría llevarlo a comportarse mal, teniendo a la mano una excelente justificación: “es que soy impulsivo”.

Pero lo más novedoso del interés por los test en línea, es la retroalimentación que recibimos a través de las redes sociales. Cuando compartimos el resultado de un cuestionario en Facebook y alguien le pone “Me gusta”, pareciera que se restaura en nosotros una suerte de orden cósmico (¡porque obviamente que Benedict Cumberbatch, y no Eddie Redmayne, es mi alma gemela!). Esto, explican los sicólogos, porque disfrutamos que otros concuerden con nuestras propias percepciones.

Probablemente, la explicación de este gusto por los tests es, en parte, aún más simple: a todos nos gusta que alguien (aunque sea una máquina que hace correr un determinado algoritmo), nos pregunte sobre nosotros. Aunque sólo responda con generalizaciones interpretables a nuestro acomodo, algo parecido a lo que sucede con los horóscopos. Como con los test del popular sitio BuzzFeed, cuyos resultados “aparentemente aleatorios” nunca tienen mucho sentido. “No son científicos, pero si tienes una buena actitud eso no te impide divertirte. Es un juego”, dijo la editora Summer Burton a The Huffington Post.

¿ISFP o ISTJ?

Pero no todos los test que hay disponibles en internet son un juego. Las universidades de Cambridge, Berkeley, Northwestern y Pennsylvania, entre otras, tienen sitios especiales donde los usuarios pueden pasarse horas haciendo este tipo de ejercicios y aprendiendo más de sí mismos.

La mayoría de esos cuestionarios apuntan a medir los “Big Five”, las cinco grandes dimensiones que se utilizan para describir la personalidad: apertura a nuevas experiencias, responsabilidad, extroversión, amabilidad e inestabilidad emocional.

Otro que también tiene más base sicológica, y se ha vuelto extremadamente popular, es el test Myers-Briggs (MBTI), que tiene alrededor de 135 mil búsquedas mensuales en Google. Este se basa en cuatro ejes de personalidad: Extroversión (E) / Introversión (I), Sensorial (S) / Intuitivo (N), Racional (Thinking - T) / Emocional (Feeling -F) y Calificador (Judgment) (J) / Perceptivo (P). A partir de ahí hay 16 combinaciones posibles, que algunas personas utilizan casi como un número que las identifica. En mi caso ya no importa que sea Aries, ahora soy ISFP o ISTJ, dependiendo de la página donde haga el test. Este dato, además, demuestra que los resultados no son en ningún caso definitivos.

Es tanta la popularidad de este test, que se pueden encontrar todos los personajes de una serie de televisión o película según su MBTI. Por ejemplo, en el Señor de los anillos, soy Aragorn o Legolas (lo que me hace sentir bastante bien respecto a mi persona), pero si se trata de Harry Potter soy Severus Snape o Hagrid (lo que no me gusta nada).

Para la académica UC y sicóloga del Centro de Desarrollo de Tecnologías de Inclusión, Marcela Tenorio, incluso con los test que tienen cierta reputación hay que tener resguardos. “En la sicología formal hay un proceso más complejo, con varias entrevistas de por medio, donde se busca determinar ciertos rasgos de la persona con fines terapéuticos específicos”. Además, dice que otro elemento importante a tener en consideración es que estas pruebas son extranjeras y no están adaptadas a la realidad chilena. “Reflejan una sociedad e idiosincrasia distintas. Por lo tanto, los resultados deben tomarse sólo como una aproximación”. Esto es todavía más importante cuando se trata de tests cognitivos (inteligencia) en los que, por ejemplo, comparar a los niños chilenos con los coreanos sería un grave error.

David Condon agrega su propia advertencia: la precisión y valor de los resultados depende de la calidad de los datos, y la información que recibamos será respecto a las dimensiones que son medidas en ese test en particular, el que puede dejar otros aspectos importantes fuera. “El estudio científico de la personalidad es muy amplio y complejo. Las pruebas de personalidad son una ventana interesante a este campo, pero en realidad son sólo la punta del iceberg”, agrega.

Aún así, Condon cree que hacer un test de vez en cuando puede tener más beneficios que sólo pasarlo bien. “Ciertamente, puede ser útil. Las diferencias en la personalidad son predictivas de muchos resultados importantes de la vida, incluyendo las que se refieren a la salud y la longevidad, el bienestar y el éxito laboral”, dice.

La web te conoce

Sabemos que a través del uso cotidiano de internet vamos dejando huellas de nuestros gustos. Y la información personal que revelamos en los test en línea también se va agregando al ya gigante cúmulo de datos, permitiéndoles a empresas e interesados de diversa índole analizar a las personas y descubrir patrones de conducta. Ni siquiera los investigadores de las universidades suben sus test exclusivamente por altruismo: a través de las respuestas consiguen importante material para sus estudios.

Un ejemplo es la aplicación MyPersonality, de Facebook. Creada en 2007 por David Stillwell, del Psychometrics Center de Cambridge, tiene 100 preguntas basadas en los Big Five y ya hay 7,5 millones de usuarios que la han probado. Con esos datos Youyou Wu, también sicóloga de Cambridge y pasante de Facebook, junto con Michal Kosinski, científico computacional de Stanford, publicaron a comienzos de este año una investigación titulada: “Los juicios de personalidad hechos por computadoras son más precisos que los realizados por los seres humanos”. Wu resumió los resultados diciendo: “Las computadoras pueden generar algoritmos que hacen predicciones en una forma racional y consistente, mientras que las personas a menudo son presas de sus prejuicios, dando una importancia indebida a ciertas cosas” (más de su trabajo en el sitio applymagicsauce.com).

Creamos o no que un computador puede saber más de nosotros que nuestros amigos, los algoritmos siguen haciendo su trabajo. Por eso, si luego de haber respondido en un test que le gusta caminar comienzan a aparecerle en Facebook avisos de un trekking a Torres del Paine, no se sorprenda. El llamado “Behavioral advertising” (publicidad basada en el comportamiento) es un aspecto más, para muchos incómodo y escalofriante, de compartir información personal en internet.