Entre fuertes escenas de tensión, tras los violentos disturbios del domingo en El Cairo -que han dejado 25 muertos, según fuentes oficiales, y 50 según algunos cristianos-, se reprodujeron ayer los choques entre policías y cristianos coptos en las inmediaciones del hospital adonde fueron trasladados los fallecidos. Unas 3.000 personas se congregaron en el lugar, donde hubo cargas, carreras y varios vehículos policiales resultaron incendiados por la multitud.

Los disturbios -gatillados por la destrucción de un pueblo copto en el sur del país- han generado grandes dudas en Egipto sobre la posibilidad de poder, a estas alturas, hablar de una verdadera transición. Y entre los principales escollos que tendrá que salvar la sociedad egipcia está la convivencia entre distintas confesiones y el fin de la discriminación de la minoría cristiana. Una discriminación de la que muchos coptos, el 10% de los 80 millones de habitante, culpan principalmente al gobierno.

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto, que dirige el país desde la caída de Hosni Mubarak, ha ordenado una investigación de los hechos.

Hasta las puertas del hospital llegaban las familias que debían recoger los cuerpos de los fallecidos. A continuación se trasladaban a la catedral de San Marcos, donde se ofició un funeral. Frente al templo, los asistentes lanzaron proclamas contra el régimen militar y contra el mariscal Mohamed Hussein Tantawi: "Abajo, abajo, abajo los militares", e hicieron suyas las consignas que se cantaron en la revolución de enero y febrero: "Levanta tu cabeza, eres copto" o "Uno, dos, dónde está el derecho del copto".

En el barrio de Shubra, donde reside parte importante de la comunidad copta cairota, Bula, un licenciado en Historia que trabaja en la secretaría del obispo de la zona, apunta que "el principal problema es que el gobierno no ha actuado con contundencia hasta ahora contra este tipo de actos". Pero, para Bula, también es responsable su Iglesia, de no haber salido antes a protestar contra los ataques que los coptos sufren desde hace años. La violencia en Egipto contra los cristianos se ha reproducido con mayor o menor frecuencia, pero como una constante.

Tras la caída del gobierno de Mubarak, se ha asentado la idea de que el propio régimen habría alentado dichos enfrentamientos, para mantener la inestabilidad en el país y conseguir apoyos de la comunidad internacional, con su consiguiente aceptación de ciertos desmanes, como el mantenimiento durante 30 años de la Ley de Emergencia, amparándose en la necesidad de tener a los islamistas a raya.

La Fiscalía egipcia ha abierto, incluso, una investigación para determinar la implicación del ex ministro del Interior Habib el Adly como autor intelectual del atentado contra una iglesia en Alejandría, que causó 24 muertos en enero pasado. "De este modo, el régimen conseguía generar una necesidad de protección en los cristianos", argumentó la doctora Amira Nowaira, profesora de Literatura Inglesa en la Universidad de Alejandría. "Así, algunos poderes a favor de una contrarrevolución están interesados en sembrar el caos", añadió.