Gato, té y alfombra son de las pocas posesiones persas que puede tener una persona común. Pero Ariel Dorfman tiene algo inusual: una biografía suya en Wikipedia escrita en persa, además de otras cinco en idiomas que van del inglés al alemán.
Dorfman es el dramaturgo chileno más conocido internacionalmente. ¿Por qué él? Tal vez se deba a las adaptaciones de sus textos en decenas de países. Tal vez, a su cercanía a rostros que podrían ser portada en cualquier parte. Tal vez sea por su labor pro derechos humanos, o por el libro que hizo con Armand Mattelart (Para leer al Pato Donald). Aunque lo más probable es que la causa sea una: La muerte y la doncella.
"Iba a ser, durante cinco o seis años, una novela; y no me salía, no se me reveló hasta que entendí que era, que tenía que ser, una obra teatral", cuenta Dorfman sobre su texto más importante. Uno que resultó como un sándwich sin palta: funcionó perfecto, pero no en Chile.
Tras su estreno internacional en Londres, a fines de 1991, Mike Nichols montó la obra en Broadway con Glenn Close, Gene Hackman y Richard Dreyfuss. Lo siguiente fue una dispersión como por esporas. Hoy las versiones superan el medio centenar en varios países. Pero ninguna de ellas es la favorita de Dorfman. Al ser consultado, el escritor se queda con "una cantata que llevó a cabo el gran compositor James MacMillan, utilizando dos de mis poemas sobre los desaparecidos. Se ha dado en todo el mundo, y cada vez que la oigo, me emociono". La popularidad se la lleva, en cambio, la película que Roman Polanski hizo de La muerte y la doncella (1994), con Sigourney Weaver.
"Jamás imaginé el éxito que iba a tener, y si la hubiera escrito tratando de tener éxito, hubiera sido un desastre artístico. Trato de mantener esa misma actitud ahora, pero no es fácil, porque las tentaciones son múltiples. La gente quiere que uno repita lo que le gustó. Pero soy empecinado. Y mal no me ha ido", cuenta Dorfman desde EE.UU., país donde reside.
En Chile la historia fue distinta. El primero de marzo de 1991, la obra se estrenó en el Teatro de la Esquina, con Hugo Medina, Tito Bustamante y María Elena Duvauchelle, bajo la dirección de Anita Reeves. La pieza tardó dos meses en salir de cartelera, pero las críticas lapidarias no demoraron tanto en aparecer. Los dardos se hundieron, principalmente, en la puesta en escena y la dramaturgia. ¿Por qué La muerte y la doncella sólo fracasó en Chile?
Imagínese que hay un desconocido sentado en su living. Lo ha traído su pareja para agredecerle un favor. Usted lo ve y reconoce a su torturador. Entonces decide hacer algo. De ese algo está hecha La muerte y la doncella. La obra se estrenó tres días antes de que se conociera por cadena nacional el Informe Rettig. La transición estaba en pañales y el discurso de la obra parecía demasiado político para una época en la que se suponía que el arte ya no necesitaba ser de denuncia. "Fui muy exigente, esperando más de Chile de lo que el dolor de algunos y la complicidad de otros permitían en ese momento tan complicado. Pero no me arrepiento. Creo que el fracaso no fue mío", dice 20 años después.
La obra tendrá una nueva oportunidad en el país. El próximo jueves se estrenará una versión a cargo de Moira Miller. Dorfman está expectante: "Veremos si la obra que ha conquistado el mundo y terminó siendo la pieza teatral latinoamericana más representada de la historia puede tener un retorno al hogar de donde tuvo que salir, si es el final de una larga expatriación". La nueva puesta en escena, dice, "puede servir de termómetro para medir si estamos listos para entrar a una discusión a fondo acerca de cuán dañado e injusto es nuestro país".
Fuera de Chile, el 13 de octubre comenzarán las funciones en Londres de The death and the maiden, con Thandie Newton (En busca de la felicidad). Dorfman cuenta que prepara otros montajes en distintos países, una ópera para estrenar en Bombay y el lanzamiento en 2012 de la segunda parte de sus memorias: Entre sueños y traidores: un striptease del exilio.