A los 15 años, Jean Paul González (24) ya había probado grandes cantidades de alcohol y marihuana. Cinco años después, agregó cocaína y, más tarde, pasta base a sus "carretes" en la población San Gregorio. "Estuve varios meses fumando todo el día. Ahí toqué fondo", dice. Recuerda que su relación con las drogas partió en 1999, cuando su padre, también drogadicto, decidió suicidarse. La vida para él y sus dos hermanos cambió de golpe. Su madre asumió la mantención de la casa y se convirtió en una figura que él califica de más ausente. Cuenta que, en una oportunidad, "angustiado" por la falta de dinero para comprar pasta base, robó dinero de su casa y luego amenazó de muerte a su madre. Este hecho derivó en su detención, justo cuando su polola cumplía cuatro meses de embarazo.

Pablo Neira (26) vive en la población La Victoria. La pasta base, que fumó desde los 19 a los 25 años, trasformó su vida. Lo abandonó su polola, dejó el colegio y se peleó con su madre, que lo echó de la casa tras algunos episodios de violencia doméstica y de que vendiera hasta los libros de su hermano, que hoy es abogado: "Quedé botado en la calle, sin amigos, y me puse a robar en otros lados para comprar la droga. Ahí fue cuando me detuvieron".

Aparte de la destrucción personal y familiar provocada por el consumo de drogas, la historia de ambos tiene otro común denominador. Los dos jóvenes pasaron por el programa Tribunales de Tratamiento de Drogas (TTD), que funcionan dentro de los juzgados de Garantía. Ahí, los jueces, luego de revisar sus casos y analizar los diversos informes emitidos por los profesionales sicosociales de las fiscalías, determinaron que fueran derivados a centros de rehabilitación para adictos. Luego de un año y algunos meses internos, ambos lograron dejar atrás su adicción, consiguieron trabajos estables, se reinsertaron en la sociedad y recuperaron a sus familias. Ninguno -aseguran- ha vuelto a probar alguna droga en años.

"Este programa partió como un piloto en 2004 y hoy es una de las iniciativas más trascendentes que puede emprender un gobierno", dice la ministra de Justicia, Patricia Pérez. Asegura que Chile, Canadá y Estados Unidos son los únicos países que tienen estos tribunales de forma masiva en la región.

Afirma que en marzo de 2012 se celebró un convenio interinstitucional sobre TTD, en que participaron Justicia, el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Defensoría, el Sename, Gendarmería de Chile, el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) y Paz Ciudadana.

La ministra explica que los requisitos para que un imputado pueda suspender su procedimiento normal y poder ser rehabilitado es que su pena no supere los tres años y que no tenga antecedentes: "No son delitos graves, más bien de un rango menor. Se le suspende el procedimiento, pero la persona que consiente este procedimiento debe hacer un tratamiento, el cual, si se cumple exitosamente, termina su causa".

Dice que el programa tiene ventajas, como, por ejemplo, que casi el 70% de los ingresados no reincide. En la actualidad, hay 21 proyectos TTD en Iquique, Antofagasta, Valparaíso, zonas Sur, Occidente, Oriente, Centro Norte de la Región Metropolitana, Rancagua y Curicó. En 2013 se sumarán Arica, Coquimbo, Concepción y Temuco. "La meta es que al 2015, en todas las regiones exista un modelo TTD", indica.

Según datos de Justicia, en 2010 hubo 207 personas atendidas en estos tribunales (se incluyen algunos casos del 2009), en 2011 ingresaron 160 y en el primer semestre de 2012 fueron 82. Las personas que abandonaron el programa fueron 15 en 2010. Un año después desistieron 22 y al primer semestre de este año sólo cinco lo dejaron. Todos, por tanto, deben cumplir la pena original.

"Estuve 15 meses viviendo en la Fundación Sagrado Corazón de Jesús, en San Miguel. Tuve atención siquiátrica y sicológica, terapias para el síndrome de abstinencia. Incluso, estudié un semestre técnico en rehabilitación y prevención de personas dependientes de alcohol y drogas en la Usach. Mi hijo ya está grande y quiero terminar la carrera", dice Jean Paul González, quien ahora trabaja de cajero.

Pablo Neira estuvo un tiempo similar en el Centro Paternitas de El Monte. "Hoy trabajo en una buena empresa, aporto en mi casa y mi hermano otra vez se convirtió en mi mejor amigo", asegura.