Ayer, cuatro de la tarde. Una cuadrilla municipal avanza por calle San Ignacio recolectando restos de adobe y maderas. Una larga tarea les espera, pues la pila de escombros se multiplica en casi todas las cuadras de la zona sur de la comuna de Santiago: uno de los barrios capitalinos más golpeados por el terremoto.

Pese a eso, algunos residentes del conjunto habitacional Andalucía, ubicado en la calle Pedro Lagos con Lord Cochrane, sintieron el sismo apenas como un temblor fuerte. La torre que habitan cuenta con aislamiento sísmico. "Los temblores grado 4 acá no se sienten. Del 4,7 ó 5 para arriba se empiezan a sentir", dice Nelson Pozo (48), quien ocupa un dúplex en la tercera y cuarta planta de esta torre. Esta edificación es un prototipo de aislación sísmica desarrollado en 1993 por la U. de Chile y cuenta con una estación de medición sismológica.

Seguir el movimiento

El edificio cuenta en su base con seis aisladores elastoméricos, que consisten en cilindros de plomo rodeados alternadamente por capas de goma y acero, que unen la edificación a sus cimientos. "Lo que ocurre en el terremoto es que el suelo se mueve, pero como esta goma se deforma, el edificio no sigue el movimiento", explica Rofoldo Saragoni, ingeniero sísmico.

La tecnología también ha sido aplicada en otros edificios de Santiago, como la clínica San Carlos de Apoquindo, la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica y el nuevo Hospital Militar. En este último se ubicaron 164 aisladores de 90 centímetros de diámetro cada uno, los que lograron que los pacientes internados apenas percibieran el terremoto.

Para ello, los muros del centro hospitalario quedaron separados del suelo exterior por 35 centímetros, espacio que se desplaza el terreno circundante si se produce un terremoto severo. Para mantener la aislación, los accesos cuentan con fuelles que permiten su movimiento en caso de sismo.

Sólo un espejo

Mientras los niños juegan en el conjunto Andalucía, una pequeña de cuatro años acuesta a su muñeca en un pasillo. "Pobrecita, está traumada", comentan unas vecinas. La menor vive en una de las torres que no cuentan con aislación sísmica. Pese a que esos departamentos no sufrieron daños estructurales, sus pisos superiores se deformaron y oscilaron como en cualquier edificio en la capital. "Quedó la quebrazón de vasos, loza e incluso televisores", indica Víctor Gamboa, presidente del comité de vecinos del condominio.

En la torre con protección sísmica, en tanto, el balance de destrozos de Nelson es más que positivo: sólo se le quebró un espejo en el baño y porque no estaba fijado a la pared.

Y es que los aisladores elastoméricos reducen hasta siete veces las vibraciones de la estructura durante un sismo. Esta tecnología, desarrollada en EE.UU. y masificada tras el terremoto de Kobe en 1995, incrementa en un 5% el costo total de la edificación.